Las diosas y sus arquetipos según Jean Shinoda Bolen

A lo largo de sus investigaciones, la psquiatra, analista junguiana y escritora Jean Shinoda Bolen ha encontrado un referente de gran valor en las grandes diosas y en la feminidad que encarnan, tanto para sus lectores como para lectoras de todo el mundo. Este fragmento corresponde a su último libro, Artemisa. El espíritu indómito de cada mujer

Artemisa, Atenea y Hestia pueden valorarse como arquetipos definidos en sí mismos. Sus aspectos pueden coexistir en el interior de la misma mujer junto con otros arquetipos, y representan los tres estadios de la vida de una mujer. Artemisa es la más joven. La práctica y competente. Atenea, la diosa que nunca perdió la cabeza ni el corazón, es una personificación del adulto sensato. La silenciosa y centrada Hestia se confunde con el papel de la mujer sabia y de anciana bruja en sus últimos años. Estos arquetipos pueden existir simultáneamente en cualquier mujer durante toda la vida, o pueden destacar como importantes en un estadio determinado de la vida.

Las diosas vírgenes (y en este contexto no nos referimos a la virginidad física; pues el arquetipo de diosa virgen de la mitología griega representa esa parte de la mujer que no pertenece a un hombre, que no la mueve a necesitarlo ni a recibir su aprobación) son inmunes a Afrodita y a Eros. Eso es lo que las hace únicas. Nadie más, fuera deidad olímpica o mortal, podía resistir las flechas de Eros. Sin embargo, las mortales en las que estos arquetipos están activos no son inmunes. Cuando se enamoran, los arquetipos de Artemisa, Atenea o Hestia acusan su influencia. 

Sin embargo, la mujer no es lo mismo que el arquetipo, y puede amar profundamente. No se enamorará con tanta facilidad o inconsciencia como las mujeres con el arquetipo predominante de Afrodita o las tres diosas que caracterizo como vulnerables: Hera (diosa del Matrimonio, arquetipo de la esposa), Deméter (diosa del grano, arquetipo de la madre), y Perséfone (hija de la madre), que fue secuestrada y llevada al inframundo. Si resalta en ellas el arquetipo de una en sí misma, estas mujeres son menos propensas a proyectar la expectativa de ser satisfechas, rescatadas, cuidadas o verse realizadas por el hecho de tener un cónyuge, un hijo o un amante. Los otros arquetipos pueden activarse; como sucede cuando el deseo de tener un bebé surge en una mujer que anteriormente se centraba en su trayectoria profesional, en su carrera o en vivir aventuras (uno de los significados de la tercera manzana de oro que Atalanta recogió, permitiendo que Hipomenes ganara la carrera). Cuando esforzarse para ganar o destacar pierde importancia, los cambios en el mundo interior y las elecciones en el mundo exterior no cambian. 

El deseo de establecerse, de tener un hogar o un marido/una pareja o un bebé, es un deseo que puede fluctuar, y que es más fuerte durante las fases de progesterona (segunda mitad) del ciclo menstrual de la mujer. Cuando los arquetipos de la diosa virgen son fuertes, la mujer difícilmente se dejará llevar por el anhelo de lo que no posee. Puede que esté casada, o que se case más de una vez. Quizá nunca se case; puede seguir siendo virgen; puede tener incluso muchos amantes. Puede tener hijos y quererlos muchísimo; pero, como no necesita ser madre para dar sentido a su vida, les ayuda a crecer, en lugar de criarlos dependientes de ella. 

«Un arquetipo es un patrón, y cada arquetipo de diosa griega tiene características reconocibles que encajan en ese patrón. Sin embargo, una mujer es mucho más que su arquetipo o arquetipos principales. Es única, como sus huellas Quizás tenga similitudes con otras que empiecen con la misma configuración de arquetipos, pero la familia, la cultura y la época en que vive influirán mucho en sus opciones.» 

Jean Shinoda Bolen

Las mujeres en las que predominan las diosas vulnerables y Afrodita –a la que coloco en una categoría propia como la diosa alquímica– descubren que sus relaciones son fuente tanto de significado como de sufrimiento. En sus mitos, las diosas vulnerables están dominadas, secuestradas, son violadas, están deprimidas y obsesionadas, propensiones que comparten las mujeres en las que estos arquetipos están más activos. En contrapartida, es más probable que sean Artemisa y Atenea quienes provoquen que los que se preocupan por ellas se sientan rechazados o insignificantes, sobre todo si, como Atalanta, no tuvieron madre y tuvieron que criarse solas la mayor parte del tiempo.

La consistencia del amor no es algo que estas mujeres conozcan muy bien, por eso no pueden ofrecerlo a los demás hasta que aprenden empatía y compasión. A menudo necesitan ser vulnerables porque se han vuelto completamente dependientes en un momento u otro de sus vidas (tras un accidente, por ejemplo, o por bajar gradualmente la defensa cuando aprenden a confiar en alguien que las ama). Hasta entonces pueden ser como sirenas: la imagen descriptiva que da Esther Harding de las mujeres atractivas, que parecen atraer a la gente por instinto y que, sin embargo, se muestran emocionalmente insensibles cuando los otros reaccionan (Los misterios de la mujer: simbología de la luna, 1973). Las sirenas son criaturas mitad  mujer –cálidas y atractivas– y mitad pez –impersonales y de sangre fría. 

La intensidad de su implicación en algo subjetivamente importante para ella puede hacer que Artemisa sea inaccesible para sus íntimos, que esperan de ella más constancia. Como la naturaleza salvaje del bosque, puede darse en ella cierto matiz esquivo del estilo «nada por aquí, nada por allá». Puede ser muy real y estar presente en un momento dado, pero luego desaparece, y no se sabe nada de ella durante largos períodos de tiempo. La no presencia de Atenea es de una clase distinta, que también puede ser difícil para los que la aman o quieren más de ella. Atenea los abandona recluyéndose en su cabeza. Mientras su mente trabaja en algo, puede pasar horas en su despacho junto al ordenador, en el laboratorio o en el terreno donde se encuentre su proyecto. Puede localizársela físicamente, algo que quizá es una constante, pero eso no basta si su atención es lo que se desea.

Por lo contrario, la cualidad vinculada a Hestia es la introversión. Hestia se siente satisfecha en los lugares pacíficos –y a menudo sagrados– que crea. Ahora bien, aunque es fácil estar con ella y suele ser cálida, no es fácil conocerla, pues no comparte mucho sobre sí misma; no porque sea retraída, sino porque es así. Cada una de estas cualidades vinculadas a diosas vírgenes forman parte de un patrón arquetípico, y las mujeres que personifican estos rasgos son fieles a sus arquetipos. El resultado es que lo que hacen tiene sentido para ellas, aunque apenas lo tenga para aquellos que «quieren más de ellas» o una relación más íntima. 

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