El palacio de la luz: un relato contado por Osho

Osho es uno de los más famosos, polémicos y provocadores maestros espirituales de los tiempos modernos. Compartimos una de las múltiples historias que pronunció en un retiro espiritual publicadas en su libro Silencio.

Había un emperador que estaba llegando a los últimos días de su vida. Estaba muy preocupado, pero no era su muerte lo que más le preocupaba, sino sus tres hijos. Quería que uno de ellos heredara el trono, pero no era capaz de decidirse por ninguno. Sabía que lo mejor era darle el poder al que estuviera en paz consigo mismo. ¿Qué prueba podría hacerles para saber cuál de sus tres hijos era el más capacitado para ser su sucesor? En la vida hay ciertas cosas que se pueden medir desde fuera, pero no tenemos un método o una escala para medir las cosas más importantes de la vida. Hay cosas que se pueden juzgar desde fuera, aunque no hay ninguna forma de juzgar las cosas más importantes. ¿Cómo podía elegir, descubrir o decidirse por uno de ellos?

El emperador consultó a un místico y este le sugirió un método. Al día siguiente llamó a sus tres hijos, les dio cien rupias a cada uno y les dijo: 

—Cada uno de vosotros tiene un palacio. Os acabo de dar cien rupias y quiero que las utilicéis para llenar vuestros palacios sin que quede un espacio vacío. El que mejor lo haga, heredará el imperio. Será el próximo emperador.

¿Solo con cien rupias? Los palacios de sus hijos eran enormes. El primer príncipe pensó: «¿Cómo voy a llenar todo el palacio solo con cien rupias?». Y decidió apostar su dinero. Pensó que si ganaba tendría suficiente dinero para llenar su palacio, porque era imposible llenarlo con cien rupias. Desgraciadamente, cuando alguien pretende ganar mucho dinero en las apuestas, suele acabar con las manos vacías tras perder lo poco que tenía. Esto es lo que le pasó a este joven; perdió las cien rupias y se volvió a casa. El palacio se quedó como estaba.

El segundo príncipe también pensó que cien rupias no bastaban para llenar el palacio, era imposible llenarlo de diamantes y joyas con tan poco dinero. Solo se le ocurrió una solución: comprar toda la basura que se acumulaba cada día a las afueras de la cuidad y llenar su palacio con ella. De modo que la compró y la amontonó dentro del palacio. El palacio estaba lleno, ¡pero despedía un olor nauseabundo! Se notaba incluso al pasar por delante del edificio.

El tercer príncipe también llenó su palacio y enseguida os describiré cómo lo hizo.

Al llegar el día señalado, el emperador fue con un equipo de jueces a inspeccionar los palacios. El del primer príncipe estaba vacío. El príncipe dijo:

—Te pido perdón. Como no tenía bastante con cien rupias, decidí apostarlas para intentar ganar dinero y poder llenar el palacio. Desgraciadamente, lo he perdido todo y no he podido llenarlo con nada.

Al acercarse al palacio del segundo príncipe, todo el mundo empezó a sentirse tremendamente incómodo. ¡Despedía un olor nauseabundo! Estaba lleno de basura. El príncipe explicó con resignación:

—Era la única opción que tenía, solo he podido comprar basura. ¿Qué más podía comprar con cien rupias?

Finalmente, el emperador y su equipo se dirigieron al palacio del príncipe más joven, el tercero. ¡Los jueces se quedaron sorprendidos, estaban maravillados! El palacio desprendía un aroma delicioso. Era una noche de luna nueva y todo el palacio estaba iluminado con velas.

El emperador le preguntó:

—¿De qué has llenado tu palacio?

Y el príncipe contestó:

—Lo he llenado de luz, de iluminación.

En cada rincón resplandecía una vela. El aire estaba impregnado de una agradable fragancia y había flores colgando de todas las ventanas y de todas las puertas. Todo el palacio estaba inundado de luz y de perfume. Por supuesto, al tercer príncipe fue nombrado el nuevo emperador.

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