Viaje mental en el tiempo y centrarse en el momento presente

Rebecca Crane aborda en este fragmento de Terapia cognitiva basada en el mindfulness (MBCT) la tercera de las siete características clave del modo hacer de la mente: el viaje mental en el tiempo. Cuando se usa de manera consciente, la capacidad humana de viajar mentalmente a diferentes momentos y lugares nos permite planificar de manera eficaz, aprender del pasado y desenvolvernos en la vida. Sin embargo, cuando el modo impulsión a hacer aleja nuestra atención del presente, se establece el mecanismo de la mente rumiativa.

La rumiación es un intento de dar sentido a las emociones difíciles y los recuerdos infelices mediante un proceso de análisis y resolución de problemas. Se trata de un proceso conceptual de monitorización de todo lo relacionado con aquello que deseamos o tememos, impulsado por el objetivo de resolver un determinado problema. Los temas de la rumiación suelen tener que ver con pérdidas del pasado, equivocaciones, juicios, comparaciones, «porqués», «si hubiese», es decir, básicamente con la formulación de preguntas sin respuesta que tienden a estar críticamente relacionadas con uno mismo.

Los pacientes deprimidos informan de que dedican entre el 50 y el 75% de su tiempo a la rumiación (Lyubomirsky y Nolen‐Hoeksema, 1993). Rumiar sobre el pasado intensifica el mal humor; rumiar sobre el futuro tiende a precipitar la ansiedad; rumiar sobre todo lo que tenemos que hacer suele hacernos sentir agobiados y estresados.

Cuando nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo a través de un patrón de pensamientos rumiativos, el contenido de estos pensamientos y conceptos suele pasar a ser considerado como la realidad. De ese modo, nos distanciamos de la realidad de la experiencia y dejamos de ser conscientes de lo que ocurre tanto en nosotros como en nuestro entorno. Si la visión que nos transmite ese estado es que somos inadecuados e inútiles, entonces, vemos estos pensamientos como el reflejo fidedigno de la realidad y juzgamos los aspectos de la experiencia –pensamientos, emociones y sensaciones físicas– como buenos o malos. Esto en sí mismo les otorga una realidad más duradera y alimenta el impulso de actuar para deshacerse de lo malo y aferrarse a lo bueno. Existe la tendencia a pensar de manera crítica, evaluativa y repetitiva. De modo parecido a un coche que resbala en un camino embarrado, el ciclo de pensamiento rumiativo nos sumerge cada vez más profundamente en los surcos mentales habituales y trillados.

Rumiación, emociones y modo hacer

El modo hacer está configurado de manera susceptible para que nos impliquemos e intentemos cambiar las experiencias que no encajan con lo que queremos y con los aspectos del mundo que deseamos cambiar. Si se trata de un problema externo –por ejemplo, enviar una carta–, el modo hacer nos recuerda que hay una tarea pendiente, nos conduce hasta el buzón y solo desactiva la intención una vez que hemos enviado la carta. La consecuencia es que nuestro mundo cambia. El modo hacer ha cumplido su función. Nuestra capacidad para afrontar el presente se ve facilitada por el aprovechamiento de las lecciones del pasado y la previsión del futuro. Sin embargo, cuando el problema que se aborda con dicho modo es una experiencia de tristeza o infelicidad, las consecuencias son imprevistas y desafortunadas. El intento de resolver la tristeza o la infelicidad mediante la rumiación del modo hacer alimenta los mismos factores de vulnerabilidad que abocan a la depresión.

Analicemos ahora la idea de aplicar este estilo de procesamiento a una emoción difícil como la infelicidad. La mente se centra en el desajuste que existe entre el estado deseado (felicidad) y el estado presente (infelicidad), con lo que el mecanismo de la rumiación entra en acción. Además del concepto de cuál es la experiencia presente, aparece una imagen de la anhelada paz mental futura, así como (para las personas con un historial de depresión) recuerdos pasados de la temida consecuencia de acabar sintiéndose deprimido. La discrepancia entre la experiencia actual y la experiencia temida, o anhelada, será monitorizada de manera constante para comprobar si se avanza hacia el objetivo de reducir la brecha (para obtener lo que se quiere) o de mantener la brecha (para evitar lo que no se quiere). La imagen de lo que más se desea en el futuro –la tranquilidad mental–, junto con la experiencia de la tristeza, crean una mayor sensación de lo insatisfactorias que son las cosas, algo que en sí mismo aumenta la tristeza. La imagen de lo que no se quiere –la depresión– genera una mayor sensación de la necesidad de redoblar los esfuerzos para asegurarnos de que este sentimiento no vaya a peor. Así pues, se ejerce una mayor presión para resolver el problema, utilizando para ello el proceso de pensamiento rumiativo, lo que acarrea la desafortunada consecuencia de perpetuar más si cabe este tipo de bucle. La ironía es que el verdadero problema no es ahora la tristeza original, sino la escalada del sentimiento de malestar y desesperanza causado por las estrategias rumiativas que se desencadenan en ocasiones cuando nos percatamos de la presencia de una emoción problemática.

Resumen

La rumiación se ve impulsada por el intento de resolver los problemas emocionales. En esencia, no existe una solución a largo plazo para estas experiencias difíciles, dado que son un aspecto de la experiencia en continuo cambio de lo que supone ser humano. La vida emocional no es un problema por resolver y, sin embargo, tenemos la tendencia de vivirla como si lo fuera. Los intentos de abordar las emociones difíciles mediante el modo rumiativo de resolución de problemas están condenados al fracaso. En sí misma, la tristeza no es un problema, sino una faceta inherente al ser humano. Sin embargo, si nos esforzamos por evitarla tratando de solucionarla o de luchar contra ella, la tristeza pasajera puede convertirse en infelicidad permanente.

Acerca de este fragmento:

El tema del modo hacer del viaje mental en el tiempo y el potencial de aprender a conectarse con el momento presente se subraya a lo largo de toda la MBCT, pero en especial durante la sesión 3: unificar la mente dispersa.

Referencias bibliográficas:

Lyubomirsky, S. y Nolen‐Hoeksema, S. «Self‐perpetuating properties of dysphoric rumination», Journal of Personality and Social Psychology, 65(2), 1993, págs. 339‐349. doi:http://dx.doi.org/10.1037/0022‐3514.65.2.339

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