La satisfacción como gratitud, modestia y sencillez

El padre Anselm Grün, monje de la abadía de Münsterschwarzach, reflexiona en su libro De la felicidad en las pequeñas cosas acerca de los diversos aspectos de la satisfacción vital.

En este inspirador fragmento de su libro, Grün aporta valiosas claves, basadas en las ideas de grandes sabios y pensadores, que nos acercan a una comprensión humilde de la satisfacción, lejos de las ambiciones desmedidas, el deseo desaforado o las exigencias que muchas veces nos imponemos sin que sean realmente necesarias para nuestra felicidad.

Los sabios de todas las religiones y culturas dicen que nos deberíamos sentir satisfechos con poco. En eso consiste el arte de vivir. Pero no se trata de una actitud de resignación. No estoy satisfecho con poco porque no confío en tener éxito o en ganar lo suficiente para permitirme ciertas cosas. Se trata más bien de sentirse satisfecho porque no se necesita demasiado. La satisfacción es también un indicador de la libertad interior. Estoy satisfecho con el agua que bebo, con el pan que como. Pero en realidad solo lo estaré si disfruto realmente del agua cuando la bebo con atención y siento como calma mi sed, cuando siento la felicidad que proporciona beber agua fresca y clara. Y solo estaré satisfecho con el pan cuando lo saboree y disfrute de su sabor.

De la felicidad en las pequeñas cosas, Anselm Grün.

A la satisfacción hay que añadirle algo más: experimento tanto el agua como el pan como un regalo de Dios. No se trata solo de tenerlo a tu disposición. Lo vivo como una dádiva que me regala Dios. Dios me quiere bien. Por eso la satisfacción siempre va unida a la gratitud. La persona ingrata nunca está satisfecha. Siempre quiere más. El filósofo romano Cicerón ve en la ingratitud un obstáculo contra la humanitas, contra la humanidad. Quien se considera como persona, como criatura de Dios, también está agradecido por lo que Dios le da.

La condición previa para la gratitud es que me detenga y perciba en toda su intensidad lo que se me regala en ese instante. Con frecuencia desaprovechamos la oportunidad de ser agradecidos. Pero cuando me detengo y percibo lo que se me regala, se desencadena una espiral de gratitud. Entonces descubro de repente muchas oportunidades para hacerlo. El hermano David Steindl-Rast, que ha situado la gratitud en el centro de su espiritualidad, considera la gratitud en tres pasos: «Stop! Look! Go! Estos son los tres pasos de la gratitud. Detente, porque si no lo haces pasarás de largo de la oportunidad que se te ofrece aquí y ahora. Mira con atención, para que veas la oportunidad. Y –con la misma importancia de los otros dos– haz algo, agarra al vuelo la oportunidad» (Steindl-Rast, 11).[1] Bajo el concepto de «hacer» David Steindl-Rast no considera grandes obras. El verdadero hacer de la gratitud consiste en «hacer algo con una oportunidad. Utilizarla para servir a la vida» (Steindl- Rast, 34).

No puedo estar agradecido por la palabra hiriente que he oído. Pero puedo estar agradecido por la oportunidad para aprender a reaccionar con tranquilidad y paciencia ante las palabras hirientes.

En su libro sobre la gratitud, David Steindl-Rast cita unas palabras de Omraam Mikhael Aivanhov: «El día que decimos conscientemente “gracias” hemos conseguido los polvos mágicos que pueden transformarlo todo» (Steindl-Rast, 13).

La persona agradecida reconoce en cada instante el regalo que le ofrece Dios: la sonrisa de una persona, un buen encuentro, una conversación agradable, el florecimiento de una rosa, los colores luminosos de las hojas otoñales en los árboles, el sol que brilla, la posibilidad de hacer algo en el día de hoy para ayudar a otras personas, para ayudar a levantarse a los demás.

Se trata de practicar la gratitud. Se trata de practicar una y otra vez el hecho de detenernos y captar conscientemente lo que este instante me está diciendo y a continuación reaccionar con agradecimiento. Si incorporo la gratitud, esta transformará mi vida.

Porque entonces podré decir: «No estoy agradecido porque soy feliz, sino que soy feliz porque estoy agradecido». La gratitud también transforma la tristeza y el abatimiento.

Albert Schweitzer dijo una vez que precisamente cuando no nos va tan bien debemos buscar algo por lo que podamos estar agradecidos. ¡Y siempre hay algo! Puedo estar agradecido por este nuevo día, que me ofrece la oportunidad de levantarme, encontrarme con otras personas y hacer un amigo de un extraño.

La lengua alemana reconoce la vinculación de las palabras danken [dar las gracias/agradecer] y denken [pensar/reflexionar]. La primera procede de la segunda, porque quien piensa de manera correcta también es agradecido. La persona ingrata no reflexiona de manera correcta sobre su vida. Los pensamientos de las personas ingratas no proceden de una reflexión consciente. Solo piensa de manera correcta quien piensa con gratitud. Quien piensa correctamente, quien reflexiona sobre cualquier encuentro con el espíritu despierto, se sentirá lleno de un sentimiento de gratitud. Solo los pensamientos agradecidos nos resultan adecuados. Pensar en algo con ingratitud hace que las cosas aparezcan bajo una luz errónea. Dietrich Bonhoeffer lo expresó de la siguiente forma: «Sin la gratitud, mi pasado se hunde en la oscuridad, en el misterio, en la nada» (Steindl-Rast, 59). Esto quiere decir que solo cuando estamos agradecidos por los pensamientos pasados podremos conocer el sentido del pasado. Sin la gratitud, todo se vuelve incomprensible y misterioso.

La gratitud nos abre el pasado. Y entonces el pasado nos pertenece. Se convierte en parte de nosotros. Hermann Hesse dijo una vez que lo más hermoso de la edad era leer con gratitud en el libro de los recuerdos de la vida. Cuando lo leo con gratitud, puedo conocer el sentido de mi vida. Y me siento lleno de paz interior.

La gratitud no significa que tenga que dar continuamente las gracias. Los niños expresan su gratitud cuando se alegran por un regalo. Las acciones alegres son una expresión de la gratitud. Así lo considera también Karl Barth cuando escribe: «La alegría es la forma más sencilla de la gratitud» (Steindl- Rast, 99). La alegría y la gratitud se refuerzan entre ellas. La alegría es expresión de mi gratitud. Y lo mismo vale al revés: la gratitud es la llave para alcanzar la alegría: «En el instante en que somos agradecidos, volvemos a encontrar el camino hacia la alegría, que siempre está en nuestro interior» (Steindl-Rast, 100). Quien afronta el día con gratitud y con alegría interior contagiará con esta actitud a las personas de su entorno. La gratitud no solo transforma el día, sino también la vida de aquellos con los que nos encontramos con esta actitud. La gratitud nos une a las personas con las que nos relacionamos. David Steindl-Rast considera que la gratitud nos une a todas las personas, también con las de otras religiones: «No existe ninguna persona en el mundo y ninguna sociedad, que no sepa honrar la gratitud. En todas partes se considera que el agradecido es una persona sabia, una buena persona. En todo el mundo se honra la gratitud» (Steindl-Rast, 140). Quien se siente unido a las demás personas, quien siente que «forma parte», está satisfecho con su vida. Por eso la gratitud y la satisfacción están estrechamente relacionadas.

La satisfacción también se muestra en la modestia. Existen personas para las que nada es suficiente. No pueden comer o beber lo suficiente, y nunca se sienten satisfechas como invitadas. La persona satisfecha, en cambio, disfruta de la velada cuando la invitan, pero regresa a su casa cuando mejor se lo está pasando. Intuye cuando es suficiente para el anfitrión y para los otros invitados.

Existe un tiempo que es bueno para todos, que todos pueden disfrutar, pero cuando los invitados nunca tienen bastante y siguen sentados en sus asientos, aunque el anfitrión preferiría recoger e irse a la cama, entonces todos dejan de disfrutar del hecho de estar juntos, pero no pueden irse. Entonces la continuación de la reunión se convierte en una tortura. El anfitrión pone buena cara ante la mala situación, aunque se alegraría de que se fueran todos. También la alegría tiene sus límites. Las personas modestas perciben estos límites.

Las palabras alemanas genug [suficiente] y genügsam [modesto/frugal/moderado] comparten el significado de «conseguir o alcanzar algo». Quien es modesto, quien se contenta con poco, también se divierte, también encuentra en ello su diversión. Quien no se puede divertir es el que nunca tiene suficiente. Aparentemente, la diversión tiene que ver con el «hecho de ser modesto». Me divierto cuando considero que es suficiente lo que estoy viviendo en este momento. Quien no se puede divertir nunca estará satisfecho.

Modesto es quien se siente satisfecho con poco. No plantea grandes expectativas. Está satisfecho si lo invitan a comer. Está satisfecho con su asiento en el autobús o en el tranvía. No se plantea grandes expectativas sobre las comodidades de la vida. Corresponde a la sabiduría, sobre todo a la filosofía estoica, que el sabio se siente satisfecho con poco. Los filósofos estoicos alaban la vida sencilla, el estilo de vida sencillo.

En la actualidad se trata de una visión asumida por muchas personas que viven de manera consciente. No se trata de ninguna señal de pobreza o de creatividad. En gran medida, su vida sencilla tiene una calidad propia. Su sencillez sin ambiciones conduce a la satisfacción y a una belleza y una claridad en su vida. De esta vida sencilla dice Juan Pablo: «Se pueden tener los días más bienaventurados sin necesitar nada más que el cielo azul y la tierra verde de la primavera». Para Juan Pablo, la sencillez tiene que ver con la dicha. Para quien puede disfrutar del cielo azul y de la tierra verde de la primavera, el estilo de vida sencillo es la senda hacia la verdadera felicidad.

Lao Tse, el gran sabio chino, tiene presente el estilo de vida sencillo como ausencia de grandes expectativas y modestia, cuando escribe: «Cuando reconoces que no te falta nada, te pertenece todo el mundo». Cuando tengo suficiente con lo que me ha regalado Dios en mi vida y en mi alma, con las personas con las que vivo y con las cosas que poseo, entonces me pertenece todo el mundo. Estoy en consonancia con el mundo, y así también soy uno con él. Y cuando soy uno con el mundo, entonces el mundo me pertenece. Me siento parte del mundo. Pero también me pertenece. En el instante en el que paseo conscientemente por el bosque y huelo el aroma de los árboles, soy uno con todo el mundo y, en última instancia, soy uno con el Creador de Todo. Y en ese instante tengo la sensación de que todo me pertenece. También todo está puesto para mí, entregado por Dios, que me ha creado y me ha llenado con su espíritu.

Notas bibliográficas

  1. Steindl-Rast, David. Einfach leben – dankbar leben – 365 Inspirationen. Friburgo de Brisgonia, 2014.

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