Julia Samuel en LA VANGUARDIA digital

Julia Samuel autora de Cada familia tiene una historia fue entrevistada por LA VANGUARDIA digital el pasado 4 de abril. La terapeuta es célebre en el Reino Unido por su trabajo sobre el duelo y los traumas familiares y por ser madrina del príncipe George, segundo en la línea de sucesión

Julia Samuel, psicoterapeuta: “La familia perfecta es una gran mentira”

Heredera de la familia cervecera Guinness y examiga íntima de la princesa Diana de Gales, acaba de publicar en español Cada familia tiene una historia, donde explica cómo heredamos la pérdida, pero también el amor.

La terapeuta es célebre en el Reino Unido por su trabajo sobre el duelo y los traumas familiares y por ser madrina del príncipe George, segundo en la línea de sucesión

 Antes de empezar la entrevista con La Vanguardia, Julia Samuel avisa, vía e-mail, que tiene parálisis facial: “Llevo un parche”, escribe. Cuando conectamos, vía Zoom, y esta periodista se interesa por su estado, explica que un accidente de esquí ha derivado en un extraño síndrome, conocido como de Ramsay Hunt, que afecta los nervios faciales. Otra hubiera cancelado la entrevista, pero Julia Samuel no es una mujer corriente. Ya en su día desafió los estándares que su cuna destinaba para ella (nació en la familia Guinness, conocida por sus negocios en banca y, por supuesto, por la famosa cerveza), y se dedicó a la psicoterapia, especializándose en el duelo. Ha trabajado para la seguridad social británica y en 1994 fundó Child Bereavement UK, una organización que apoya a las familias que han sufrido la muerte de un hijo. 

Samuel es también conocida por su estrecha amistad con Diana de Gales, a la que conoció a finales de los años ochenta. Diana fue la madrina de uno de sus hijos y hoy Julia es madrina de su nieto y segundo en la línea de sucesión de la corona británica, el príncipe George, hijo de Guillermo y Catalina. Esto es algo que le hace, asegura, muy feliz, “y es una manera fabulosa de quererla”, dijo en The Guardian. Pero la entrevista no versa sobre la desaparecida princesa, cuya pérdida todavía le entristece, sino sobre su faceta como escritora y terapeuta, reflejada en Cada familia tiene una historia, publicado en castellano por la editorial Kairós.

Lo que no afrontamos, no se arregla; y aunque la muerte no se puede arreglar, confrontarla sirve para ampliar tu estabilidad y tu sistema familiar

Julia Samuel Psicoterapeuta

En este libro, Samuel analiza problemas comunes a las familias, como la pérdida, la separación y las relaciones entre hijastros. Nos muestra cómo el dolor se puede sanar y nos da herramientas para crear las familias que deseamos. Familias que, alerta, nunca deberían aspirar a ser perfectas, sino simplemente “lo suficientemente buenas”.

Empieza el libro hablando de su familia, marcada «por grandes privilegios y múltiples traumas», escribe. Entre estos últimos, muchas pérdidas, sobre las que nadie hablaba. ¿Por qué existe tanto silencio alrededor de la muerte?

Creo que todos tenemos una especie de “pensamiento mágico” respecto a lo que nos atemoriza y la muerte es un territorio desconocido, que nos provoca miedo. Así que hay casi una reacción infantil, de: «Lo que no veo, lo que no pienso, no puede afectarme». Es un mecanismo de defensa para protegernos, pero lo que hace es mantenernos en la ignorancia.

¿No es útil, esta ignorancia?

No, porque al intentar entender la muerte y el duelo adquirimos una capacidad de confianza que nos ayuda. Por eso creo que deberíamos hablar de la muerte en familia como se habla del nacimiento. Con los hijos y con los padres. Preguntarles cosas como: ¿Qué piensas sobre la muerte? ¿Qué temes? Mi mensaje principal es que lo que no afrontamos, no lo arreglamos y, aunque la muerte no se puede arreglar, el confrontarla, entenderla, sirve para ampliar tu estabilidad y tu sistema familiar. Pero la muerte tiende a ocultarse.

En su familia, sin ir más lejos…

Sí, mis padres, a los 25 años, ya habían sufrido pérdidas muy significativas. Y la respuesta era olvidar y seguir adelante. Sobrevivir y procrear. No tenían otras opciones. Hoy, aunque el mundo parece más peligroso, tenemos muchos más conocimientos, más capacidad de poder pensar y procesar estas cosas. Así que creo que deberíamos aprovechar esta oportunidad y ayudarnos: lo que nos permite superar el dolor es el amor y el apoyo de otros.  

Conocer los secretos y traumas del pasado de nuestra familia (un aborto, un suicidio, una infidelidad, una ruina) sirve para saber cómo son tus padres.

Julia Samuel Psicoterapeuta

¿Quién debería construir este apoyo? Porque en muchas familias, cuando hay una muerte, se crea un silencio muy espeso. ¿Por qué, a veces, el lugar más difícil para hablar de los que no están es la propia familia?

Yo creo que es debido al trauma. El trauma cambia el modo de operar del cerebro: reside en la amígdala cerebral, que es donde se procesan nuestras emociones, y cualquier mención, vista, olor, puede disparar recuerdos de quien no está. Y en cada familia hay diferentes modos de reaccionar: unos se evaden, otros se encierran, otros se enfrentan… En mi familia se optó por encerrarse, pero tenemos que encontrar una manera de evitar la aflicción y de trabajar el trauma, porque —y esa es una de las cosas terribles—, el trauma puede vivir en una familia durante generaciones.

¿No es injusto, que uno tenga que heredar los traumas de sus ancestros?

Pero recuerde que también heredamos las cosas buenas. Yo me concentro en los traumas y en las dificultades. Cuando te preguntas ¿qué problema tengo?, has de mirar a las generaciones anteriores para entenderlos. Pero también heredamos cómo amar y disfrutar, cómo pasarlo bien juntos… Muchas cosas buenas, que, con suerte, nos protegerán.

¿Heredamos lo bueno y lo malo?

Sí, y aunque no es la solución definitiva, saber qué ha pasado en nuestra familia, esos secretos del pasado que nadie ha enfrentado (traumas como un aborto, un suicidio, ir a prisión, una infidelidad, una ruina, sufrir una guerra…), entender estas pérdidas y tener compasión, sirve para entender lo que pasa en la familia, saber cómo son tus padres. Eso nos da una base firme que nos ayudará.

Pero para tener toda esa información se necesita hablar, y el silencio es habitual en muchas familias. ¿En ocasiones los silencios, los secretos, son necesarios?

Se cree que el silencio nos protege, pero es un muro que nos aísla y no nos deja tener esas conversaciones importantes. De todos modos, no creo necesariamente en la promiscuidad de contarlo todo, aunque sí que en las relaciones más significativas es fundamental que se hable de las cosas. En una familia, eso de pasar de puntillas, de no hablar de cierta cosas, puede fragmentarla, hacerla muy frágil y desconfiada.

El dinero no nos protege de familias disfuncionales ni de enfermedades mentales, aunque sí nos da muchos más recursos para solucionar las cosas

Julia Samuel Psicoterapeuta

Esos silencios en torno al duelo pueden afectar a los niños… ¿Cómo explicarles la muerte? ¿Cómo ayudarlos en este trance?

Los niños son, a menudo, los dolientes invisibles. Existe toda una narrativa a su alrededor, tipo «son extraordinarios», «aguantan todo», «son fuertes». Pero lo que sabemos es que para construir una resiliencia necesitan la misma verdad que los adultos a su alrededor. Los niños aprenden a navegar por estas experiencias de dolor y trauma observando a los adultos.

Lo que hagamos, lo harán ellos…

El modelo que se sigue para restaurarnos después de una muerte es permitir que el dolor aparezca, expresarlo y adaptarlo. A los niños hay que dejarles que vivan el duelo. Pero también la vida, la esperanza: por eso hay que dejarles expresar el dolor, pero también que se diviertan, que vean a sus amigos… Son estas oscilaciones entre la pérdida y la restauración lo que, de forma natural, permite que nos amoldemos y aprendamos a vivir con esa pérdida.

El duelo suele estar vinculado a las personas pero, ¿se puede vivir un duelo por cosas como una casa, un trabajo, un estatus o una belleza perdidos?

Para mucha gente, una casa puede equivaler a una historia entera de vida, a un lugar en el que se sentían seguros, por lo que dejarla es muy duro. Como abandonar un país, que puede ser una pérdida enorme. También se pueden perder cosas como la salud, el aspecto físico (yo, en este momento, estoy perdida, estoy triste, no hubiera escogido tener este aspecto…). Si estas otras pérdidas no se validan, si no te das permiso de sentirse triste, impedirás que la tristeza discurra sobre tu sistema y volver a disfrutar.

En algunos de los casos que describe en “Cada familia tiene una historia”, la falta de dinero es un factor clave en la infelicidad familiar. ¿Las familias ricas sufren menos?

Los datos demuestran que vivir en pobreza provoca más enfermedades, menor esperanza de vida y felicidad. Esto es verdad, pero también es verdad que esa percepción de que si tienes dinero no sufres, no es cierta. La primera historia de mi libro es una prueba. Y hace poco entrevisté para mi podcast a Charles Spencer [hermano de Diana de Gales], donde cuenta que, de niño, fue físicamente y sexualmente abusado en el internado y no tuvo la protección en casa: es esta terrible desconexión de vivir en una mansión, siendo un aristócrata, pero, en el interior, estar solo y profundamente empobrecido. El dinero no nos protege de familias disfuncionales ni de enfermedades mentales, pero nos da muchos más recursos para solucionar las cosas.

En este siglo, también en su país, las familias han cambiado: los padres demuestran más el afecto hacia sus hijos, se habla de educación emocional… Sin embargo, también se habla de una epidemia de problemas de salud mental entre los jóvenes. ¿Cómo lo explica?

Es realmente interesante; es verdad que los millenials y la Generación Z han tenido más atención de sus padres que ninguna otra generación en nuestra historia. Yo estoy totalmente a favor de prestarles atención a los hijos, pero lo que sucede, en ocasiones, es que hay un exceso, una hiperpaternidad: los hijos no aprenden la resiliencia, ni su capacidad de cometer errores y aprender de ellos porque sus padres están haciendo sus deberes o resolviendo sus problemas constantemente, rescatándolos de todo. Creo que hay una línea entre apoyar a los hijos y estar todo el día encima de ellos; es difícil saber los límites.

Después de dedicarse a las familias durante tantos años: ¿Todavía cree en ellas?

Sí, creo en la familia, pero en la familia imperfecta, porque toda familia cometerá errores, se peleará, se odiará durante unos días, se reconciliará y, al final, se reparará. Para mí la respuesta es el “good enough”, [la madre suficientemente buena, la familia suficientemente buena], del psiquiatra Donald Winnicott. Detesto esa imagen comisariada de la familia perfecta que abunda en redes; me parece muy dañina, porque estás criticándote constantemente y lo que necesitamos es autocompasión, permitirnos cometer errores, ser amables con uno mismo. Este ideal de perfección es intimidante y falso porque… ¡La familia perfecta es una gran mentira!

Editorial Kairós

Editorial fundada en 1964 por el filósofo Salvador Pániker. En nuestro catálogo encontrarás los mejores libros relacionados con la cultura oriental y la ciencia occidental contemporánea:

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