¿Es el Yoga una ciencia o una religión? La confusión occidental para situar la disciplina del yoga en las categorías del mundo moderno
Los motivos que llevan a las personas occidentales a practicar yoga son muy diversos, aunque, como explica Naren Herrero en este fragmento de su libro Hinduismo para la vida moderna, la mayoría lo hace para reducir el estrés y mejorar su salud. Sin embargo, como veremos, el yoga tiene un trasfondo hindú pero, al mismo tiempo, comparte ciertos aspectos comunes con lo que podríamos considerar una ciencia. Para tratar de esclarecer estas aparentes contradicciones, Naren Herrero aborda la práctica del yoga desde las diversas perspectivas en busca de una conciliación.
El Ministerio de AYUSH fue creado en 2014 para el desarrollo, difusión e investigación de los sistemas de salud tradicionales indios, que siguiendo sus siglas serían: Ayurveda; Yoga y Naturopatía; Unani; Siddha, y Homeopatía; más Sowa-Rigpa, la medicina tradicional tibetana. Hasta entonces, el AYUSH era solo un departamento secundario del Ministerio de Salud indio. El renovado y prestigioso estatus del Ministerio fue una de las decididas medidas que el Gobierno indio del BJP, encabezado por Narendra Modi, tomó para revitalizar la tradición india y potenciar su visibilidad. Gracias a la buena mano en política internacional de Modi, las mejores cartas de presentación del AYUSH son que la Unesco, en 2016, declarara el Yoga como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y anteriormente, en 2014, que la Asamblea de las Naciones Unidas proclamara oficialmente el Día Internacional del Yoga para cada 21 de junio.
Desde entonces, en esta jornada anual las Naciones Unidas reconocen que «difundir más ampliamente la información relativa a las ventajas que entraña practicar yoga sería beneficioso para la salud de la población mundial».[1]
La fecha elegida para la conmemoración no es casual, ya que se trata del solsticio de verano en el hemisferio norte, el momento en que el sol está en su posición más alta en el cielo y también el día «más largo» del año en cuanto a luz solar. Ya en la antigua cultura védica, el papel del sol, llamado Surya, era preponderante, ya que se le consideraba el representante de Dios en el cielo y, para algunos, es la imagen más cercana de lo Divino que se pueda concebir. A este respecto, en el antiguo Sri Ishopanishad encontramos un mantra pertinente que, en la poética traducción del orientalista y sanscritista mallorquín Joan Mascaró, sería:
«¡Oh, Sol, dador de vida, descendiente del Señor de la Creación, profeta solitario del cielo! Derrama tu luz y aparta tu resplandor deslumbrante para que yo pueda contemplar tu forma radiante: este espíritu lejano que hay en ti es mi propio espíritu interior».[2]
La antigua cultura védica es, por tanto, solar, y se trata de una tendencia que sigue hasta nuestros días, en los que quienes reciben el samskara o sacramento de la imposición del cordón sagrado tradicional de las tres castas superiores deben recitar sus mantras tres veces al día: en la salida, cénit y puesta del sol. Asimismo, el punto cardinal Este es tan importante como el Norte, ya que es allí por donde surge la luz solar que simbólicamente representa el conocimiento del Ser. Por tanto, la adoración al sol a través de himnos, rituales, mantras y, quizás más modernamente, ásanas es inherente a lo que llamamos hinduismo.
De ahí que surya namaskara sea el «calentamiento» considerado tradicional en la mayoría de los estilos físicos derivados del hatha yoga. Visto desde esta óptica es normal que muchas personas asocien el yoga con el contexto religioso del hinduismo y por ello, si bien la creación del Día Internacional del Yoga ha sido bien recibida en general, ha habido quejas de, por ejemplo, la población musulmana de la India, que se niega a conmemorarlo «saludando al sol» o «cantando OM», pues los considera elementos propios de la religión hindú.
El debate de si el yoga es religioso o no ya viene de largo y no solo en la India, sino principalmente en Occidente donde, por ejemplo, en 2013 una familia cristiana de California se quejó de que sus hijos recibieran «adoctrinamiento religioso» en clases de yoga de su escuela y donde, otra vez, el tema de adorar al sol con el nombre Surya generaba recelo. En 2015, un fallo judicial determinó que dichas clases estaban «libres de cualquier doblez religioso, místico o espiritual»[3] y que, por tanto, podían continuar. En una línea similar, en un excelente reportaje televisivo titulado Who owns yoga?[4] («¿A quién pertenece el Yoga?») se muestra el curioso caso de mujeres cristianas estadounidenses practicando ejercicios de yoga, a la vez que recitan versículos de la Biblia, con lo cual ellas consideran que lo que practican ya no es yoga o, al menos, no pertenece a la religión hindú.
Está claro que uno puede practicar yoga sin ser hindú, sin pertenecer a ninguna religión e incluso sin creer en Dios, y, de todas formas, obtendrá muchos o todos los beneficios básicos de la práctica: vigor, flexibilidad, calma mental, control de la respiración, concentración...
A la vez, lo que en Occidente entendemos por «religión hindú» es un reduccionismo, pues el hinduismo es un fenómeno religioso, pero que también incluye una cultura, un estilo de vida, una organización social y familiar, y un conjunto de ideas espirituales milenarias que son anteriores a la noción de religión institucionalizada.
En cualquier caso, vivimos en un mundo moderno cada vez más laico y en donde la palabra religión tiene muy mala prensa, por lo que es normal que la mayoría de las personas no quieran estar asociadas a esa idea. De hecho, y en el contexto de la polémica sobre cómo festejar el Día Internacional del Yoga, el ministro de estado del AYUSH, al igual que otros políticos, llegó a decir que «el yoga no tiene nada que ver con la religión».[5] Sobre esto, en el vídeo titulado «Protocolo común de Yoga» que el AYUSH preparó para el Día Internacional del Yoga 2016 se dice que el yoga es «esencialmente una disciplina espiritual» y se hace referencia a su objetivo último de «unir la consciencia individual con la consciencia universal». Asimismo, se afirma que el yoga nació antes que las primeras religiones, pero, siguiendo la tradición, se dice que fue el Señor Shiva, una deidad hindú, quien primero transmitió esta «milenaria ciencia» a los saptarishi, los «siete sabios» considerados patriarcas de la religión védica.[6]
Buscando el difícil equilibrio entre lo políticamente correcto y la intención de preservar el trasfondo hindú del yoga, el mensaje público del Gobierno indio muestra algunas contradicciones naturales en la típica distinción entre religión y espiritualidad. Por tanto, se da la paradoja de que el Gobierno del BJP, una formación política que es etiquetada e incluso acusada de nacional-hinduista, diga que el yoga es laico y haga hincapié en que su objetivo principal está relacionado más bien con el «bienestar» (wellness) y la paz mental que con la búsqueda espiritual. Ante esto, no es de sorprender que uno de los 3.000 asistentes al Free Yoga, un evento anual en el centro de Madrid para difundir el yoga (y promocionar una marca de ropa), dijese que «nunca antes había practicado este deporte».[7]
Este rótulo no debería de extrañar si se tienen en cuenta los Reales Decretos de 2011 y 2012 con los que el Gobierno español ha intentado regular la instrucción del yoga en España, colocándolo dentro de la «familia profesional de Actividades Físicas y Deportivas». Esta catalogación es un desatino cultural para cualquier persona que conozca la historia y los propósitos de su vertiente clásica, donde el Yoga es considerado una de las seis escuelas filosóficas principales del hinduismo. Aún más flagrante se hace el despropósito cuando uno ve que, además de «instrucción en yoga», las formaciones especializadas que se establecen conjuntamente en los citados Reales Decretos son «iniciación deportiva en esgrima, golf, piragüismo y tenis»[8] o «balizamiento de pistas, señalización y socorrismo en espacios esquiables, o fitness acuático».[9]
Es probablemente esta confusión occidental para situar la disciplina del yoga en las categorías del mundo moderno lo que ha llevado a la peculiar distinción lingüística que hacen los indios: yog, en hindi y correspondiente al término sánscrito yoga, para referirse al yoga tradicional, y la relativamente nueva palabra yogá (yogā), para referirse al estilo estrictamente físico y más bien gimnástico que, después de pasar por Occidente, ha vuelto modificado a la India.
Si bien la palabra «yoga» sigue teniendo, para algunos occidentales, una reminiscencia místico-espiritual, parece claro que la mayoría de las personas que se acercan a practicarlo en la actualidad lo hacen por motivos de salud psicofísica. En el estudio encargado en 2014 por una plataforma española de clases de yoga online, se exponían los tres motivos principales que llevan a los españoles a practicar yoga: reducir el estrés, mejorar la salud y tener más calma o serenidad.[10] A la vez que por lo expresado en un reputado estudio estadounidense de 2016, los practicantes norteamericanos priorizan flexibilidad, alivio del estrés, buena forma física y mejora integral de la salud.[11] Aunque no se trata del afamado samadhi clásico (véase la Parte V del libro Hinduismo para la vida moderna), los beneficios arriba citados no son menores y eso explica, entre otros factores como las modas o la búsqueda de un cuerpo atractivo, por qué el yoga en su variante más física tiene cada vez más adeptos. Esta popularización y comercialización del yoga se ha visto acompañada del nacimiento de una miríada de nuevos estilos y denominaciones que, para los ortodoxos, son sinónimo de decadencia.
Uno entonces puede hacerse la pregunta: ¿Es mejor que unos pocos practiquen yoga clásico o que muchos practiquen un yoga simplificado y físico? Quizás la respuesta depende del interés de cada persona, pero lo cierto es que, como regla general, yoga, salud y deporte se entremezclan en la aldea global y la mayoría de practicantes no parece preocuparse demasiado por la tradición o el legado clásico. De hecho, el estilo de yoga más practicado en Occidente es el denominado «dinámico», acorde con la vida mentalmente agitada y físicamente sedentaria de los urbanitas del siglo XXI, a los cuales raramente se les ocurre que estén practicando una disciplina religiosa. Es más, algunos yoguis occidentales legendarios y considerados ortodoxos como Ramiro Calle o Sri Dharma Mittra opinan abiertamente que el yoga no es religión. Para un buen número de hindúes, en cambio, el yoga es parte integrante y tradicional de su «religión», entendida en sentido amplio.
Como siempre, las opiniones discrepantes oscilan entre la adulteración de la esencia y la actualización útil. Seguimos buscando el equilibrio.
Notas:
Resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU el 11 de diciembre de 2014.
2. Mascaró, J. Els Upanishads. Editorial Moll, Palma (Mallorca), 2005.
3. https://timesofsandiego.com/politics/2015/04/03/yogas-not-religious-ok-to-teach-in-school-appellate-court-rules/al 21-12-2018
4. Who owns yoga? de Al Jazeera TV, 2014.
5. http://www.firstpost.com/india/no-surya-namaskar-on-international-yoga-day-modi-govt-axes-asana-to-soothe-irate-muslim-groups-2286068.html al 21-12-2018
6. Common Yoga Protocol. International Day of Yoga 2016. Morarji Desai National Institute of Yoga, Ministry of AYUSH, India, 2016.
7. http: www.efe.com/efe/espana/gente/el-yoga-une-a-miles-de-madrilenos-con-tra-la-violencia-machista/10007-2945936 al 21-12-2018 (La cursiva es mía).
8. Real Decreto 1034/2011. BOE. Núm. 186. Jueves 4 de agosto de 2011. Sec. I, pág. 88663.
9. Real Decreto 1076/2012. BOE. Núm. 214. Miércoles 5 de septiembre de 2012. Sec. I. pág. 61891.
10. Estudio realizado por el Instituto Sondea para desaparecida plataforma digital aomm.tv en noviembre de 2014. Un resumen de los datos se puede ver en https://www.vivesaludable.es/2015/07/06/el-yoga-en-espana/2194 al 21-12-2018
11. 2016 Yoga in America Study. Yoga Journal/Yoga Alliance. Ipsos Public Affairs, 2016.