La meditación deconstruida

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Juan Ignacio Iglesias

Meditar está de moda. Se enseña a meditar en las revistas de actualidad y se divulgan sus beneficios en libros de autoayuda. Pero se trata de un meditar que ya ha sido metabolizado por el banal mecanicismo de nuestra cultura, según el cual “yo medito para obtener ciertos beneficios”. Hay, en cambio, un genuino meditar en el que se descubre una verdad paradójica: nadie hace nada. No hay un “yo” que medita, sino que el meditar ocurre y, consecuentemente, se da un hacer impersonal, un hacer que se hace pero que “yo” no hago.

La meditación es el puente que nos permite llegar a la visión lúcida, aquella que se reencuentra una vez los nudos y hábitos que nos atan al pensamiento han sido “observados” y deconstruidos. Así, el verdadero meditar equivale al descondicionamiento del “yo” que cree que medita.

La meditación deconstruida trata, pues, de exhibir nuestros nudos tal y como se manifiestan en el meditar mismo, con el fin de mostrar su ilusoriedad y, con ello, de hacer patente lo que somos: pura libertad.

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Juan Ignacio Iglesias

Meditar está de moda. Se enseña a meditar en las revistas de actualidad y se divulgan sus beneficios en libros de autoayuda. Pero se trata de un meditar que ya ha sido metabolizado por el banal mecanicismo de nuestra cultura, según el cual “yo medito para obtener ciertos beneficios”. Hay, en cambio, un genuino meditar en el que se descubre una verdad paradójica: nadie hace nada. No hay un “yo” que medita, sino que el meditar ocurre y, consecuentemente, se da un hacer impersonal, un hacer que se hace pero que “yo” no hago.

La meditación es el puente que nos permite llegar a la visión lúcida, aquella que se reencuentra una vez los nudos y hábitos que nos atan al pensamiento han sido “observados” y deconstruidos. Así, el verdadero meditar equivale al descondicionamiento del “yo” que cree que medita.

La meditación deconstruida trata, pues, de exhibir nuestros nudos tal y como se manifiestan en el meditar mismo, con el fin de mostrar su ilusoriedad y, con ello, de hacer patente lo que somos: pura libertad.

Juan Ignacio Iglesias

Meditar está de moda. Se enseña a meditar en las revistas de actualidad y se divulgan sus beneficios en libros de autoayuda. Pero se trata de un meditar que ya ha sido metabolizado por el banal mecanicismo de nuestra cultura, según el cual “yo medito para obtener ciertos beneficios”. Hay, en cambio, un genuino meditar en el que se descubre una verdad paradójica: nadie hace nada. No hay un “yo” que medita, sino que el meditar ocurre y, consecuentemente, se da un hacer impersonal, un hacer que se hace pero que “yo” no hago.

La meditación es el puente que nos permite llegar a la visión lúcida, aquella que se reencuentra una vez los nudos y hábitos que nos atan al pensamiento han sido “observados” y deconstruidos. Así, el verdadero meditar equivale al descondicionamiento del “yo” que cree que medita.

La meditación deconstruida trata, pues, de exhibir nuestros nudos tal y como se manifiestan en el meditar mismo, con el fin de mostrar su ilusoriedad y, con ello, de hacer patente lo que somos: pura libertad.

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Datos del libro

Colección: Sabiduría perenne

Ref.: 586

Libro impreso

ISBN: 9788472456501

Páginas: 136

Tamaño: 20 x 13

 

 

Autor

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