Chögyam Trungpa: El karma, la compasión y los tiempos oscuros
Un fragmento del libro El futuro es libre. Buen karma, mal karma y más allá del karma de Chögyam Trungpa
El concepto del karma es esencial para comprender las diferentes energías que se necesitan para funcionar y desarrollarse en la vida, para morir y nacer. Todos los procesos que tienen lugar en el universo dependen de la situación ambiental del karma. Se parece un poco a la atmósfera que el planeta necesita para funcionar, para que las cosas se desarrollen. Cuando hablamos de la situación kármica, nos referimos al sentido de relación individual con una situación dada, sea cual sea. Cualquier situación en particular está limitada por la causa y el efecto, depende de alguna causa y efecto.
La palabra sánscrita karma significa creación o acción. Básicamente, se refiere a la acción. La actividad búdica, o energía iluminada, se denomina karma. El patrón samsárico de confusión, la reacción en cadena de la confusión, también se conoce como karma. Así que, cuando hablamos de karma, nos estamos refiriendo a una forma de energía.
En el caso de la naturaleza samsárica de la confusión, el karma es aquello que se mueve de aquí para allá, y después de allá para aquí, psicológicamente hablando. En este sentido, es la energía que pega un brinco hacia afuera y después rebota hacia uno mismo. Cuando tenemos conciencia de «esto», por lo tanto, se tiene conciencia de «aquello». Se es consciente de que existe una cosa llamada «eso», por consiguiente la energía responde al emisor, que se encuentra «aquí». Esta es la definición de dualidad.
En este caso, hablamos de dualidad en el sentido de fijación, más que de una situación puramente dual. Estamos examinando la dualidad en el sentido de una neurosis de la fijación dualista. Esta fijación dualista es un proceso de acción. No puede descansar en un solo punto. Esta energía está llena de vibraciones relacionales, en vez de tratarse de una esencia pura. El punto de partida del karma en la situación confusa, la situación samsárica, es la dualidad, la situación de fijación dualista.
En la tradición budista, el proceso de cómo se desarrolla el karma es descrito por los doce nidanas, que son la volición en acción. (Los nidanas se discutirán en profundidad en otro capítulo del libro El futuro es libre). Para empezar, existe incertidumbre, confusión y desconcierto. A medida que el proceso crece y se desarrolla, se debe justificar también la inquietud y el desconcierto, y se busca un proceso continuo de evolución automático. En ese punto, la fijación de la dualidad empieza a desarrollarse como karma. Es la acción que incita a nociones fijas de la verdad, lo cual se convierte en la fuente del buen karma y el mal karma. Surgen como actitudes sanas y malsanas, en forma de selección y discriminación. Así que la discriminación básica se desarrolla en forma de «yo» y «mis proyecciones».
En cierto modo, es un proceso bastante natural, en el que se tiene un sentido de «esto» como instigador de todo el proceso, como la base que se experimenta. Entonces la reacción natural, casi automática, es que «esta» situación está asegurada, atacada o entretenida por «eso». Así que podría decirse que la cualidad básica de la proyección o de la indulgencia en las proyecciones de la persona es la situación básica kármica.
Desde este punto de vista dualista, el buen karma es algo positivo, con el fin de mantener la fijación dualista. Y el mal karma es lo que amenaza la existencia de esta fijación básica. Desde este punto de vista, tanto el buen karma como el mal karma podrían ser considerados como producto de la dualidad.
El abhidharma,[1] que incluye enseñanzas y textos sobre la psicología y la mente budistas, describe muchos estados diferentes, aparentemente positivos y negativos, que están en los skandhas, o las fases del ego.[2]
Tales estados consisten en tipos religiosos de impulsos o creaciones mentales, así como tipos samsáricos o domésticos[3] de creación mental, y también procesos neutros. La situación kármica es, por lo tanto, un proceso psicológico, está basada puramente en una actitud psicológica. Mientras haya una fijación dualista implicada, de forma automática también habrá involucrada una situación kármica. Tratar de desarrollar la bondad y tratar de luchar contra la maldad en un sentido es lo más sensato que se puede hacer. La acción del buen karma es obviamente útil y nos ayuda a mantenernos. La acción del mal karma no es particularmente útil. Conduce a una mayor destrucción y a una mayor neurosis.
La comprensión del enfoque psicológico del karma es algo esencial. Podríamos pensar que la situación kármica está totalmente predestinada, todo el tiempo. La fijación dualista crea el impulso, o karma, al comienzo. Hay una situación impulsiva constante, un escenario de volubilidad. Hay chispas de impulso, destellos de dualidad, descargas de fijación dualista ocurriendo todo el tiempo. No en vano, también existen huecos en los que no se desarrolla una fijación dualista. Todo el proceso puede aparentar ser una continuidad, pero no puede decirse que sea una continuidad real, porque la continuidad aparente consiste en pequeñas partículas que componen la continuidad. Desde ese punto de vista, existe la posibilidad de trascender todas las situaciones kármicas si nos relacionamos con los huecos. En los huecos, el complejo psicológico dualista no persiste.
La confusión no puede existir sin el refuerzo de una mayor confusión. Por lo tanto, la confusión se refuerza de forma constante y las reacciones en cadena se establecen todo el tiempo. Si se produce una reacción en cadena, esto de forma automática implica que no tiene lugar un largo proceso, sino que se desencadena una explosión de átomos separados.
Esto es una señal de que el grupo está formado por cosas independientes. La confusión es así. Se compone de momentos individuales de confusión, en lugar de ser una existencia continua que se prolonga durante un largo período de tiempo. Debido a la cualidad inconstante de la confusión, que crea su impulso, no es una cosa continua extensa y sólida como una tubería, sino que es como una cadena con cuentas, como un rosario. Puesto que cada momento tiene su propia existencia, cada uno tiene que mantenerse a sí mismo. Por lo tanto, una situación va a la búsqueda de la siguiente situación. Automáticamente, allí se producen vacíos en los que opera algo más que la confusión.
Si quieres hacer un dibujo, tienes que tener espacio para pintar la imagen; ese espacio es el lienzo o el papel. Esto es algo parecido. Hay un espacio básico en el que se produce la confusión. Una vez que se produce una explosión de confusión, también existe un hueco, que es la antiexplosión o la anticonfusión. Lo positivo y lo negativo son parte de la situación, por decirlo así. Así que siempre existe espacio, un hueco, en el que pueden funcionar la inspiración y la disciplina.
Además, el sentido del destino predestinado no se puede aplicar en este contexto, porque en verdad no existe tal cosa como la predestinación. El impulso de cada impulso psicológico es independiente. Puede parecer que se ha creado una situación grande y sólida, pero en realidad no es sólida. Por lo tanto, no podemos decir que el karma está predestinado a largo plazo. El karma solo puede existir en el momento presente. Podría rebotar a través de la memoria, del pasado, lo cual afecta al presente, pero el karma no se extiende más allá de la situación presente. Por lo tanto, hay posibilidades de practicar, disciplinarnos y desarrollarnos.
En relación con el karma, puede apreciarse claramente la acción hábil y la no-hábil. Si todo estuviera predestinado, no tendría sentido presentar un camino como tal. Si el camino está predestinado, todo lo que haces no es más que tu karma. Si asesinas a alguien a causa del odio o la ira, es una acción predestinada, así que nadie puede culparte. Si eres castigado, recibirás un castigo predestinado. Podrías seguir empleando este argumento ad eternum. En realidad, el concepto de karma en la tradición budista no es así de simple.
En la forma en que lo hemos estado explicando, el buen karma se refiere a la acción sensata, pero no pertenece en particular a la categoría de la práctica espiritual. Aunque desarrollar buen karma puede considerarse un hecho sensato, ciertamente no se refiere a la acción realizada con un estado despierto de la mente. La acción de la mente iluminada no está limitada por ninguna obligación kármica en absoluto.
El desarrollo de punya, o mérito, es otro procedimiento muy importante en la práctica espiritual. En las enseñanzas budistas se describen dos tipos de mérito. Existe el mérito físico, en el sentido de la situación psicofísica, que es un poco primitivo, y luego está el mérito jñana, el mérito de sabiduría.
El mérito físico se basa en la generosidad, la paciencia, la disciplina y otras actividades, y genera buen karma. En realidad se basa en la imitación. Actúas como si tuvieras la realización absoluta. Es similar a lo que haces cuando empiezas a meditar. Nos sentamos como si estuviéramos meditando, pero en realidad nuestra mente deambula constantemente por todas partes. Te dices: «¡Tiene que ser una broma!», pero parece que no hay esperanza a menos que al principio nos tomemos el pelo, fingiendo que estamos meditando cuando nos sentamos. Necesitamos un peldaño; de lo contrario, resulta inútil. Todo el proceso de desarrollo del mérito psicofísico es un intento de desarrollar la disciplina u otras virtudes utilizando la neurosis o confusión existente como peldaño. Gracias a estos medios, trabajando con ese intento de mérito, el proceso de la mente comienza a desgastarse por sí misma. Consume sus juegos hasta que finalmente alcanza el punto de sabiduría, jñana. En ese nivel, el concepto de mérito ya no es aplicable.
Desde este punto de vista, el karma es como una partida de ajedrez. Dondequiera que te encuentres en el tablero en este momento, es resultado de tus acciones pasadas. Pero lo que vayas a hacer en el próximo momento depende de la situación actual. La situación actual está en parte influenciada por el pasado. Si no, no estaríamos aquí. Pero al mismo tiempo el presente también está influenciado por el futuro, que es espacio abierto y libertad.
Por ejemplo, si vas a un concierto, no puedes ignorar que estás ahí sentado viendo la actuación. Eso depende de tus acciones pasadas, pero si tomas la decisión de no sentarte ahí, puedes irte. Tienes la libertad de hacerlo. Existe un espacio abierto, todo el tiempo. Es muy importante darse cuenta de la distinción entre estar completamente controlado por la fuerza kármica y tener libre albedrío. La elección tiene un papel muy importante.
Sucede exactamente lo mismo en nuestra práctica de meditación.
Uno tiene que disciplinarse a sí mismo usando el mérito psicofísico de invitarse a sentarse y meditar. Pero luego depende puramente de ti si prosigues con la práctica o si decides dejar de meditar. El espacio en el que la meditación tiene lugar no está bajo control. No es una situación obligatoria. Cuanto más sentimos que la práctica no es obligatoria, más reconocemos que es una expresión de libertad, de independencia.
Desde este punto de vista, cualquier práctica espiritual que trascienda la fijación dualista del materialismo espiritual —es decir, el intento de usar la práctica espiritual para reforzar el ego y el territorio personal—es una forma de escapar de la esclavitud kármica.
El papel de la disciplina aquí es cortar el suministro de nuevo material para la mente. Dicho de otra manera, la disciplina de la meditación es un proceso de inanición. No le suministras al ego más comida para que prospere. Entonces podrías tener un vislumbre del hueco en la cadena kármica, y la cadena del karma deja de parecer tan continua y permanente porque has percibido el hueco. Por supuesto, el aspecto de la confusión también regresa. Pero al menos empiezas a reconocer y a darte cuenta de que existe algo así como un hueco. Ese es el punto de partida. De esa manera, comienzas a darte cuenta de que las enseñanzas no son solo hipotéticas; existe una experiencia real de ellas. No puedes permanecer en el hueco permanentemente. Tanto la fijación como el hueco se repiten. Se presentan ambos aspectos una y otra vez. Ese es el significado del camino.
Al no suministrar más alimento para la fantasía o la especulación, sino simplemente relacionarte con la situación existente, estás dejando morir de hambre al ego. Esto es parte del mérito psicofísico básico: la creación de una disciplina que no genere más confusión. De esta manera, usas el refuerzo kármico para crear situaciones propicias para la disciplina real. Para empezar, todos nacemos como seres humanos y ciertas oportunidades sucesivas nos han llevado a todos hasta aquí; esas congruencias están basadas en las reacciones en cadena de la situación kármica. A pesar de que la situación actual puede ser en cierto modo confusa, a la vez, podemos utilizar las situaciones que surgen como oportunidades para crear más reacciones en cadena que sean beneficiosas para nuestra disciplina. Eso es algo necesario. Tarde o temprano, todos tenemos que comprender el materialismo espiritual y la forma de combatirlo.
El materialismo espiritual en este caso se preocupa únicamente por el desarrollo del buen karma. Es algo más que tan solo ser intencionalmente, convencionalmente bueno. Tratamos de ser espiritualmente buenos y esperamos algún tipo de recompensa, algún hogar o promesa permanentes. Buscamos la seguridad del ego y una manera de evitar el dolor.
Nos gustaría mantenernos en una situación de lujo, en una situación de riqueza espiritual. Estamos tratando de asociar nuestro ego con el buen karma. Si el ego básico deviene más sano o más seguro, el logro final es alcanzar la «egocidad». Para superar esto, tenemos que deshacernos de cualquier tipo de falsa seguridad. La fuerza kármica parece reforzar la seguridad de las reacciones en cadena de la causa y el efecto. Tenemos que tirar de la alfombra que hay de debajo de nuestros pies. Una vez que hayamos erradicado toda la seguridad —tanto de la buena reacción en cadena como de la mala, utilizándola como una forma de crear felicidad y comodidad—, entonces tendremos que relacionarnos con la ausencia de un suelo donde pisar. Cuando no existe seguridad, también se trasciende la velocidad y el sentido convencional de la competencia.
En el sentido samsárico, el proceso kármico puede considerarse como un sentido de competencia. La mente competitiva sabe que, si trabajo duro, obtendré más dinero. O si desafío a mi enemigo, lo venceré. La mentalidad del karma es: si hago esto, eso va a suceder. En este caso, las situaciones kármicas nos arrastran y tenemos que intentar trascender, ir más allá de ese karma.
La actividad búdica, como explicamos al principio de este capítulo, se trata de otro tipo de energía. Y esa energía no puede nacer de la competencia. La actividad búdica, la energía iluminada del karma, es la exactitud de no perder nunca una oportunidad, porque estamos todo el tiempo tratando de forma precisa con una situación en un momento dado. Eso significa que la mente abandona el juego de tratar de crear buen karma o mal karma. En ese sentido, uno no está involucrado en la situación de seguridad. Así que la actividad búdica de la energía iluminada y de la acción iluminada es incondicional, porque arranca de raíz el aferramiento dualista básico. No da a luz a nada, pero existe por sí misma. Las acciones empiezan a desarrollarse espontáneamente, porque la situación en cuestión es precisamente esa, exactamente la que es, sin que haya ningún dogma o concepto involucrado.
Esa es la idea básica de la verdadera acción kármica, en el sentido más elevado. Significa de forma automática la ausencia de velocidad, y esa ausencia de velocidad implica naturalmente que hay una sensación de suavidad y una sensación de calidez, que es la compasión. No tratas de lograr nada. Si no tienes ninguna ambición, ningún deseo de conseguir nada, sino que te limitas a estar ahí, eso se transforma en una expresión de compasión. Esa es la forma más elevada de compasión.
Esto es muy diferente del concepto de compasión de una relación amorosa, donde de forma deliberada tratas de ser amable con alguien, en base a algún fundamento metafísico o religioso. En cambio, esto es compasión genuina. Una persona necesita ayuda; por lo tanto, ayudas a esa persona. No es que quieras que alguien vea que la estás ayudando, sino que solo ayudas porque se necesita ayuda. Te sientes inspirado por la persona y trabajas de acuerdo con sus necesidades. Esa es la energía o el karma de la compasión que surge de la actividad búdica.
Por cierto, no estoy diciendo que el budismo sea la única religión que te salvará del materialismo espiritual. Por otro lado, cualquier religión o tradición que utilice la pretensión de la religión o de las ideas religiosas puede presentar el problema del materialismo espiritual. En la tradición budista, nos refugiamos en las tres joyas: el Buda, el Dharma y el Sangha. Eso es precisamente lo opuesto al materialismo espiritual. Una vez que te refugias en el Buda como un ejemplo, no adoras a ninguna deidad externa. No buscas ninguna seguridad extraordinaria. No te refugias en tus amigos ricos o poderosos. Renuncias a tu seguridad por completo.
Te refugias en el Dharma, en las enseñanzas, como el camino. Las situaciones de la vida contienen enseñanzas, así que no te amparas en el dogma. Aprendes de la vida. No tienes una inteligencia intelectual que te dice qué creer, sino que debes trabajar en ti mismo. Refugiarse en el Sangha se refiere a la compañía de los amigos, pero sin apoyarse el uno en el otro. En lugar de eso, os comportáis como un grupo de individuos. Así que, si una persona se cae, las demás pueden rescatarla. Por lo tanto, refugiarse es dar tres pasos hacia la independencia. Renuncias a toda tu seguridad. Renuncias al refuerzo espiritual, intelectual y doméstico.
El refugio es la primera fase de la renuncia. Así que, si una persona se refugia apropiada y completamente, entonces eso se convierte en la situación opuesta al materialismo espiritual.
Por supuesto, algunas personas siguen vagamente la disciplina sin relacionarse en profundidad con las implicaciones que hay detrás de ella. La disciplina de la renuncia es muy austera, en cierto sentido. De hecho, resulta demasiado austera para algunas personas. Muchas personas encuentran que no es lo suficientemente romántica. Es una dura verdad, una dura realidad.
Hemos estado hablando del karma en su forma de situación individual, pero la gente también siente curiosidad por las situaciones kármicas colectivas de las civilizaciones. Fundamentalmente, países enteros están viviendo o prosperando en la dualidad. La lógica dualista es un lenguaje común para todos. Muy pocas personas consiguen alcanzar el nivel en el que se trasciende la dualidad. Todo el mundo está en el mismo nivel, en términos de comunicación con el lenguaje dualista. Para observar el karma de una civilización, así como para observar el karma en general, se necesita tanto de luz como de oscuridad, para ver de forma adecuada la imagen. Cuando observamos el karma, tratamos de considerar las situaciones a medida que surgen. Aparecen como una caja de sorpresas, sin ninguna razón en absoluto. Las situaciones están ahí dispuestas.
Cuando aplicamos esa lógica budista básica a la observación de todo el desarrollo de la sociedad, no podemos decir que vaya a haber una edad de oro. Por esa razón, tampoco podemos decir que habrán tiempos oscuros.[4]
Pero los tiempos oscuros existen en ciertas áreas desfavorecidas de la energía en el mundo. En esa situación, la cuestión sigue siendo si las energías serán canalizadas hacia la destrucción y la negatividad o hacia lo creativo y lo positivo. En cualquier situación, siempre existe esa interacción.
Por ejemplo, en Estados Unidos se da una insatisfacción; existe un dolor y lamentos constantes. Y también, por eso, Estados Unidos se está convirtiendo en el centro espiritual del mundo. Ese tipo de interacción tiene lugar todo el tiempo. No se puede afirmar que un país o una era entera esté entrando en una edad de oro o de tiempos oscuros, como tales. La agresión, la velocidad y el caos de los individuos siempre plantean las mismas preguntas, sin importar cuál sea el panorama general, y esas preguntas proporcionan nuevas respuestas. No podemos destruir la civilización. La civilización no puede ser aniquilada, porque la civilización no es una entidad. Es un grupo. Es una mancomunidad. Y debido a que hay una riqueza común, cuando en un lado se presenta una depresión, el otro lado empieza a elevarse. Es como el cambio del día a la noche. La situación tiene lugar todo el tiempo.
Algunas personas hablan del Kali Yuga, que son los clásicos tiempos oscuros que se profetizaron para el continente indio. En realidad era una profecía localizada más que una predicción mundial y universal. Pero al mismo tiempo, el Kali Yuga podría ocurrir en este país o en cualquier otro. A veces, creo que cuando las personas piensan de esta manera van en busca de emociones. Han explorado toda la tierra, han inspeccionado todo el mundo y no han encontrado ninguna isla del tesoro ni ningún cielo en la tierra. Así que buscan más olas o esperan otro entretenimiento, pero ese entretenimiento no parece llegar en absoluto.
También podría ser útil diferenciar los problemas nacionales, internacionales y mundiales de los problemas individuales. Por ejemplo, podríamos buscar el conocimiento en esta vida, y justo antes de que estemos a punto de descubrir la respuesta, nos muramos. Pero otras personas pueden recoger el testigo de tu trabajo y pueden hacer ellas el descubrimiento. Esas personas encuentran la respuesta y son capaces de ponerla en práctica. Ese tipo de situación kármica a nivel nacional o mundial es muy poderosa. Es una situación que jamás perece. De forma automática, la depresión plantea la pregunta de por qué estamos aquí, y la pregunta, de forma automática, ofrece la respuesta y comenzamos a darnos cuenta de algo. Los dos lados de una situación juegan entre sí, que es el concepto indio de maya o lalita: bailar con una situación.
La situación en realidad baila consigo misma constantemente. La química ayuda a mantener ambos lados de la situación. La química positiva no puede existir sin la negativa, y viceversa. Así que la oscuridad y la luz son complementarias.
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Notas:
1. Abhidharma es un término sánscrito que significa «dharma superior o elevado». Las enseñanzas budistas pueden dividirse en tres partes, llamadas las «tres canastas» o tripitaka: los sutras (las enseñanzas generales del Buda), el vinaya (las enseñanzas sobre la conducta) y el abhidharma (las enseñanzas acerca de la filosofía y la psicología).
2. Skandha es un término sánscrito. El tibetano es phungpo o phung po. Literalmente, significa «montón o cesta; agregado». Los cinco skandhas describen los agregados, o colección de fenómenos, que consideramos un yo. Los cinco agregados son la forma, la sensación, la percepción o el impulso, el concepto o la formación y la conciencia.
3. Es decir, de la vida cotidiana.
4. En inglés, «Tiempos Oscuros» se refiere a lo que en español se conoce como «Edad Media». Es un período histórico posterior a la caída del Imperio romano caracterizado por un declive demográfico, cultural y económico –aunque hoy en día existen historiadores culturales que cuestionan dicha decadencia y por lo tanto no la consideran una época «oscura» (ver P. Burke)–. Sin embargo, aquí Chögyam Trungpa no se refiere al período histórico en particular, sino a sus supuestas características de declive. (N. del T.)