La comprensión es la superación del narcisismo
Mónica Cavallé, Doctora en Filosofía y reconocida ensayista, muestra en El arte de ser la importancia de trascender la relación con uno mismo para comprender realmente al otro.
La condición de posibilidad del amor –afirma Erich Fromm– es la superación del propio narcisismo. En otras palabras, la condición de posibilidad del amor es la comprensión: la capacidad de ver al otro en sí mismo, a la luz de su propio contexto, desde su propia perspectiva; de ver lo que el otro ve tal y como lo ve.
La objetividad, la capacidad de ver el mundo tal como es, la penetración filosófica y la penetración psicológica son cualidades directamente proporcionales al grado de superación del propio narcisismo, esto es, a nuestra capacidad de autotrascendernos, de abandonar nuestra perspectiva particular para asumir otras.
A mayor narcisismo, menor objetividad
El amor, nos hace ver Erich Fromm, tiene relación directa con la verdad, con la objetividad. Mucha efusividad sentimental sin objetividad no es amor. De hecho, no nos sentimos realmente amados por quienes nos expresan de forma enfática su supuesto amor, pero no poseen un genuino interés en vernos, en percibir lo que percibimos y en sentir lo que sentimos, en conocernos.
Erich Fromm pone varios ejemplos de narcisismo, de incapacidad de abandonar la propia perspectiva, de déficit de comprensión.
Añadiremos otros ejemplos extraídos de la vida cotidiana:
Un joven decide no realizar estudios universitarios. Su madre, molesta, comenta: «Parece mentira, nos hemos desvivido por él, le hemos pagado los mejores colegios, y responde de esta manera». En este caso, la madre no está intentando entender la conducta de su hijo a la luz del contexto de este último (sus inquietudes, intereses y necesidades, su vocación, su momento vital...), sino a la luz del contexto propio («¡Todo lo que he invertido para que estudiara...!»). Interpreta la conducta de su hijo como si se tratara de algo que este le hace a ella. Pone un acto que no tiene relación con ella en relación con ella, y cree que esta última relación revela el sentido de dicha conducta.
Un niño reta y desobedece reiteradamente a su padre. Esta conducta despierta reacciones de ira en este último, quien se dice: «¡Cómo me hace esto a mí! Lo hace para fastidiarme...». De nuevo, en lugar de intentar entender la conducta de su hijo en sí misma, es decir, de preguntarse por qué su hijo tiene en ese momento de su vida la necesidad de afirmarse de ese modo, intenta entenderla en relación consigo mismo, como si se tratara de algo que le hace a él, y como si esta última perspectiva explicara el sentido de su conducta. Pero, en el fondo, el niño no le hace nada a él (aunque superficialmente lo parezca). Su conducta solo se explica desde sí mismo. Por ejemplo, quizá necesite en ese periodo de su vida, para fortalecer su identidad, afirmarse frente a la autoridad. El niño se revela ante las directrices de su padre como lo haría ante cualquier figura que para él simbolizase en ese momento la superioridad jerárquica.
Un psicópata comete un crimen. Un comentario habitual ante este hecho: «Es un monstruo y merece lo peor». Este tipo de juicios se derivan del mismo error: llevamos la conducta del psicópata a nuestro contexto. A la luz de este último (el contexto mental de alguien que no tiene un perfil psicopático, es decir, que tiene intacta su conciencia moral y su capacidad de experimentar empatía) ese acto no tiene explicación. Concluimos, por tanto, que esa conducta es incomprensible.
Un ser querido tiene un problema de salud. Pero no vamos a verlo porque lo queremos tanto que nos entristece mucho verlo así. Convertimos su problema en nuestro problema. O a la inversa: decidimos que no le vamos a decir a nuestra madre que tenemos un problema de salud, o una crisis de pareja, porque le daremos un disgusto. Se trata de una madre que convierte los problemas de los demás en sus problemas. Parece amorosa al proceder así. En realidad, actúa de un modo narcisista.
Una persona muestra a otra una prenda que se ha comprado. No dice: «¿Te gusta?», sino: «¿A qué es bonita?, ¿a qué me queda fenomenal?...». No concibe que, aunque a ella le guste mucho, al otro puede no gustarle.
Un chico siente atracción por una chica y da por hecho que es recíproco. Proyecta su perspectiva en ella. Y si ella no da muestras de interés, concluye que se está haciendo la interesante. Un ejemplo contrario: una chica recibe evidencias de que atrae a alguien, pero como no se gusta a sí misma, elude las evidencias y concluye que es imposible que le guste realmente.• Alguien necesita unos días de retiro y soledad. Se lo dice a su pareja y esta responde: «No te entiendo. ¿Es que ya no me quieres? Yo te quiero y no necesito esos tiempos de soledad...».• Hay personas que creen tener todo el derecho del mundo a recibir, pero, cuando ellas dan, si no obtienen algo a cambio, protestan y lo vivencian como un abuso.