Las manos, "herramientas del alma"
En su ameno libro El cuerpo emocional, Juan José Plasencia elabora un recorrido por nuestro cuerpo y halla en sus diversas partes tanto la historia como la conexión con lo que significa para el ser humano. En este fragmento, el poeta, escritor y terapeuta habla de las manos: sus funciones y su importancia evolutiva, así como los motivos para que pensemos como el poeta Miguel Hernández, que las denominaba “las herramientas del alma”.
Cuando Miguel Ángel pinta La creación de Adán en la bóveda de la Capilla Sixtina, lega a la humanidad una de las imágenes más representativas y simbólicas del poder y de las virtudes de las manos. En esa cúpula, el artista nos muestra con una belleza incomparable, la mano creadora de Dios y la mano creada del hombre. No guardan entre ellas diferencia de formas: son a la vez humanas y divinas. Ambas se prolongan más allá del espacio que ocupan, para dar y recibir la energía de la vida.
Utilizando sus manos como modelo, Miguel Ángel probablemente necesitaba plasmar en su obra la fusión íntima del cuerpo y el espíritu, que él llegaba a sentir en el fuego creativo que las poseía durante las sesiones de pintura.
Esas manos que ahora disfrutamos, capaces de sentir y de crear, son las que han modelado nuestra humanidad a lo largo de una evolución de millones de años. Fue largo el camino que tuvo que recorrer el ser humano para que las manos rudimentarias de nuestros antecesores primarios se convirtieran, como decíamos en otro capítulo de El cuerpo emocional, en ese «instrumento de instrumentos», definido por Aristóteles.
Cuando hace aproximadamente cincuenta millones de años aparecieron los primeros mamíferos primates, se destacaron por tener, en vez de garras, unas manos pequeñas, que, si bien tenían flexibilidad en los dedos y capacidad de agarre, no poseían un dedo pulgar en oposición a los otros cuatro. Tampoco tenían la facultad de controlar individualmente ninguno de los dedos, por lo que los movimientos que estos primates podían realizar eran sobre todo agarrar y apretar entre los dedos y la palma.
Sin embargo, por simple que parezca, esa capacidad inicial de apretar les permitió sostenerse de las ramas de los árboles para alejarse de los depredadores terrestres. Así como desplazarse y alimentarse, sustituyendo de esta manera la alimentación simétrica mandibular por la alimentación asimétrica, al usar una mano para sostenerse del árbol y la otra para alcanzar la comida, dando lugar, quizás, a la primera especialización manual.
Tuvieron que pasar quince millones de años para que estos simios llegaran a controlar independientemente los movimientos de cada dedo, y para que apareciera, en algunos de ellos, el pulgar, un dedo opuesto a los otros cuatro. Este cambio evolutivo en la estructura y funcionamiento de la mano facilitó un mayor control de la misma, que, junto al desarrollo de nuevas habilidades, llevó a los primates a variar su alimentación. Pasaron de ser herbívoros a convertirse en omnívoros, y esto les permitió descubrir nuevos hábitats y territorios. Al descender de los árboles, liberaron sus extremidades superiores de la función de soporte y locomoción e iniciaron el camino hacia la posición erguida que permitiría la evolución del Homo erectus.
El homínido comenzó así a disfrutar de unas manos libres que le permitían emancipar sus movimientos y experimentar nuevas y diversas habilidades manuales. De esta forma, se convirtió en Homo habilis y empezó a crear y a usar las primeras herramientas de piedra, hace dos millones y medio de años.
Desde entonces, la evolución del ser humano ha continuado a través de una incesante creación de objetos, acompañada siempre por una curiosidad y un afán de superación que le han llevado a la investigación y a la creación, como también a la transformación de prácticamente todo aquello que ha logrado alcanzar con sus manos.
Para intentar acercarnos a la importancia, el significado y el valor de las manos, resulta imprescindible considerar que son mucho más que esa anatomía física superficial que se extiende desde la muñeca hasta la punta de los dedos.
Las manos se integran a los brazos, con los cuales forman las extremidades superiores, que, a modo de grúas articuladas, cuelgan del hombro y de la parte superior del pecho.
Fisiológica y funcionalmente, una cuarta parte de la corteza motora cerebral está dedicada a la movilidad digital, por lo que las manos mantienen una refinada y constante interacción con el cerebro. Es el resultado de un proceso neurocomportamental de carácter único en el que convergen el pensamiento, el desarrollo, las emociones, el lenguaje, el aprendizaje, el comportamiento y la creatividad humana.
El origen y la evolución de esta amplia relación entre las funciones cerebrales y las capacidades manuales ha representado un área importante tanto para la investigación científica como para la reflexión filosófica.
Mientras Anaxágoras aseguraba que «el hombre era el más razonable de los animales, porque tenía manos», Aristóteles, con una visión más alternativa, consideraba que «el ser humano fue favorecido con las manos por ser el más inteligente de su especie». A pesar de que existe en ellos una disyuntiva filosófica con relación a qué evolucionó primero (las manos o el cerebro, sede de la inteligencia), ambos enunciados se basan en esa interconexión evidente entre la mano y las capacidades cerebrales.
Podríamos pensar que la poderosa sinergia que existe entre las manos y el cerebro es la consecuencia de una evolución paralela que ha distinguido al hombre de los demás animales. Esta evolución ha dado origen a una relación refleja que trasciende los aspectos físicos del cuerpo y se encamina hacia los aspectos inmateriales de la experiencia humana. Por eso, resulta difícil para cualquier ciencia o disciplina formular una explicación definitiva y concluyente que encierre en una teoría este atributo inherente a la condición humana.
El sentido de la vista ha ejercido un protagonismo determinante en la evolución de esta relación entre la mano y el cerebro. La posición frontal de los ojos en la cabeza permite una visión binocular que confiriere una ventaja importante para desenvolverse en un espacio tridimensional, facilitando la localización y el agarre de los objetos.
La coordinación entre la vista y las manos puede observarse claramente en las primeras etapas del desarrollo infantil, en las que, por lo general, el recién nacido mantiene sus manos a la altura de los hombros y solo realiza movimientos aleatorios instintivos. Como consecuencia del llamado «reflejo tónico del cuello», el bebé, para poder ver su mano, tiende a voltear la cabeza hacia el mismo lado hacia el que la extiende.
Cuando este reflejo desaparece, la criatura encuentra nuevas experiencias visuales y táctiles. Por ejemplo, junta sus manos a la altura de la línea media de la cabeza y aprovecha esta posición para sentir y observar sus propios dedos al moverse, tocarse y entrelazarse. Estos juegos suponen verdaderos retos, con los que comienza a establecer sus primeras relaciones de coordinación entre la vista y el movimiento de las manos y brazos, experimentando y definiendo a la vez el movimiento muscular correspondiente.
El bebé va perfeccionando sus movimientos oculares, que le ofrecen la posibilidad de desarrollar un mejor control sobre la movilidad de sus manos, a las que observa como si intentara conocerlas o conocerse mejor. Lo mismo que sus ojos, ellas le ayudan a encontrarse y a reconocer el mundo, a salir de sí mismo, a ir más allá de su propio cuerpo.
Alcanzar, coger, apretar, dar, dejar caer, sostenerse, gatear y comer con las manos son algunas de las acciones con las que el niño comienza a relacionarse con su entorno. Usar sus manos le da confianza, le permite explorar el mundo e incluso intentar alterar el orden de ciertas cosas.
«Solo de tu mano no tengo miedo».
Yolanda Pantin
Con la ayuda y el estímulo de sus padres, el niño descubre que las manos también le permiten comunicarse. Aprende a señalar para identificar, las agita para saludar o despedirse, lanza besos, y se adelanta con estos gestos a la palabra hablada. Así, el desarrollo de las habilidades manuales se constituye como una de las bases fundamentales para la adquisición del lenguaje.
Sin embargo, las manos no facilitan solo la comunicación y la exploración del mundo, también ayudan en la adquisición de las facultades de pensar y recordar. La gesticulación, los movimientos libres de las manos al hablar, no responden meramente al hecho comunicativo, sino que sirven de veras para ayudar a formular el pensamiento y para recuperar recuerdos. Una prueba es que estos gestos no se suprimen en las conversaciones telefónicas.
Gracias a las investigaciones realizadas sobre los procesos cognitivos en la Universidad de San Diego (California), se ha podido observar que la zona del cerebro conocida como área de Broca, relacionada con la ejecución motora del habla, se activa no solo al hablar, sino también al mover las manos.
Por eso, las manos hablan y se expresan, la mayoría de las veces apoyando tus palabras. Hablan de ti y desde ti, saben ser elocuentes, afables y comunicativas. Pueden llegar a ser insultantes, agresivas y dolorosas, al tiempo que son capaces de transmitir sentimientos tan sublimes como el amor y la ternura, desvelando los aspectos más íntimos y personales. En la memoria de las manos se guarda un lenguaje subjetivo e intuitivo que te acompaña a lo largo y ancho de tu viaje por la vida.
Cuando por una discapacidad física o fonética falta la voz, las manos se convierten en hábiles sustitutas del habla. El lenguaje de signos permite a las personas mudas comunicarse y evita su exclusión social y su caída en un aislamiento de silencio sordo y desgarrador.
En el aspecto sensorial, las manos representan el instrumento ejecutivo del tacto, sentido que desempeña un papel fundamental en el desarrollo emocional del ser humano. El tacto te nutre y alimenta, te permite sentir, estar y encontrarte en tu cuerpo.
Es el único sentido que supone una vivencia recíproca: cuando tocas, eres tocado. Esta doble experiencia sensitiva se transforma en una acción bilateral a través de la cual das y recibes, encontrándote en ese territorio común y vital en el que confirmas que estás acompañado o acompañada en la aventura de la existencia.
Con relación a los demás sentidos, las manos actúan como auxiliares y complementos: te tapas la nariz cuando un olor penetrante o tóxico ataca el olfato o te cubres los ojos cuando la luz cegadora te resulta molesta. También, te proteges los oídos ante los ruidos extremos y tratas de calmar tu boca cuando la afectan sabores fuertes o temperaturas inapropiadas.
Cuando se va la luz o entras en una habitación a oscuras, a falta del sentido de la vista, inmediatamente las manos entran en acción. Gracias a sus receptores táctiles, son capaces de transmitir al cerebro una información visual bastante definida, ayudándote de inmediato a sobrellevar la carencia de visión. Las personas invidentes pueden leer y «ver» el mundo que les rodea a través de sus manos. Es como si siempre estuviesen listas para ayudarte y protegerte cuando falta la vista. A través de las manos puedes descubrir tu entorno y la geografía del cuerpo amado.
A las once semanas de embarazo, una vez terminada la etapa embrionaria, y a punto de pasar a la fetal, las manos adquieren una total movilidad física y cumplen la función de proteger la cabeza del feto, que las sitúa sobre sus ojos. Aunque pudiera decirse que el feto adopta esta postura por la falta de espacio, en realidad se trata de la primera acción instintiva de las manos, que intentan proteger la zona más delicada del embrión.
Las manos son tus más fieles protectoras: gracias al poder sanador del tacto, pueden incluso ayudarte a recuperar o mantener el bienestar y la salud de tu organismo. Desde el principio de la historia humana, las manos han sido los principales instrumentos para buscar alivio, tanto en el plano físico como en el psicoemocional o energético. La conciencia de este hecho ha llevado al ser humano a desarrollar un gran abanico de sofisticadas terapias que utilizan las manos como único instrumento de sanación. Además, posibilitan la recuperación del equilibrio del cuerpo emocional y su salud integral.
Las manos poseen potencialmente una facultad natural para percibir y transmitir las sensaciones más sutiles a través de la piel, reconociendo incluso los campos de energía corporales, donde se encuentran puntos claves para los tratamientos de muchas de las terapias naturales. Dentro del amplio acervo de las medicinas tradicionales de Oriente, las manos representan uno de los territorios de las terapias reflejas, en las que se proyecta todo tu organismo.
Tanto en las palmas como en los dorsos, se han delineado verdaderos mapas que muestran la ubicación perfecta de diferentes órganos y sistemas corporales, que han servido para las terapias reflejas, que se basan principalmente en la acupuntura y la aplicación de presiones digitales sobre puntos reflejos específicos y dependiendo del caso, sobre áreas orgánicas más generales.
Otra de las particularidades que se atribuyen a las manos es la de representar, en sus líneas, características y designios de la persona a quien pertenecen. Esta forma de interpretación, originaria de la India, surgió como resultado de esa ancestral necesidad humana de comprender e interpretar la vida y el universo.
«Me tienes en tus manos
y me lees lo mismo que un libro».
Jaime Sabines
Las civilizaciones antiguas observaban el mundo hacia fuera y hacia adentro con la misma meticulosidad. Así, comenzaron a contemplar los movimientos planetarios y la configuración de las estrellas, adjudicando al universo atributos humanos que posteriormente relacionaron con las líneas y formas que se observaban en las palmas de las manos.
De este modo, se formaron una serie de descripciones arquetípicas, relacionadas con la configuración de cada mano, a las que los chinos denominan «grafitis del cielo».
Según este vínculo creado entre planetas, atributos y manos, cada parte de la mano y cada dedo, junto a su base denominada «monte», guarda una relación directa con un astro y su atributo correspondiente.
Venus. Receptividad y sexualidad. Base del pulgar, monte de Venus.
Júpiter. Ambición y liderazgo. Dedo índice y monte de Júpiter.
Saturno. Sabiduría y cautela. Dedo medio y monte de Saturno.
Apolo (Sol). Creatividad y sentido artístico. Dedo anular y monte de Apolo.
Mercurio. Comunicación y elocuencia. Dedo meñique y monte de Mercurio.
Marte. Agresividad y resistencia. Dos montes: sobre el monte de Venus y bajo el monte de Mercurio, y una «llanura» en el triángulo formado en el centro de la palma.
Además de ofrecerte esta asociación o esta especie de cartografía galáctica, las líneas de las manos hablan de tu salud y de tu herencia genética. Los expertos pueden identificar a las criaturas que nacen con síndrome de Down mediante la observación de las líneas de las manos del bebé, antes incluso de disponer del diagnóstico definitivo que ofrece la prueba de cromosomas.
En cuanto a tu identificación más perfecta, sin duda se encuentra en las yemas de los dedos, donde puedes distinguir claros dibujos de una sutil belleza laberíntica, que nacen contigo y se mantienen inalterables a lo largo de la vida.
¿Te has mirado la palma de las manos? ¿Qué particularidad tienen sus líneas?
Esta cualidad ha dado pie a un estudio especializado de las huellas digitales, conocido como dactilografía, que facilita la identificación precisa de cada persona dentro de la vasta población mundial. Sin embargo, cuando contemplas estos dibujos digitales descubres en ellos formas que te evocan caracolas marinas, crestas oceánicas o incluso los anillos concéntricos que definen la edad de los árboles. Forman parte de esas marcas y señales que te recuerdan que perteneces a una gran familia, que eres hijo o hija de la vida y de la misma naturaleza.
No es sorprendente que en la historia de la humanidad se encuentren claras señales de la veneración que en algunas épocas y culturas el ser humano ha dedicado a las manos, casi divinizándolas. Es tan evidente su valor y significación que se han convertido en símbolo de nuestra propia existencia.
Cuando en el Paleolítico superior los hombres y mujeres primitivos comenzaron a desarrollarse como seres creadores, dejaron en las paredes de las cavernas los rastros de su arte: las huellas de sus manos, con las que realizaron los primeros sellos que les identificaban como seres únicos.
Cuando los artistas cristianos primitivos no tenían una imagen definida de su Dios, lo representaron como una mano saliendo de una nube, como si pensaran que la capacidad de crear de las manos estaba relacionada con las cualidades sobrenaturales de ese ser superior que reconocían en cada aliento de la vida.
Junto a la representación simbólica del arte, las manos van adquiriendo una simbología propia que llega incluso a convertirlas en íconos sagrados o esotéricos, que a pesar de su antigüedad, se continúan encontrando en estampas representativas de determinadas creencias. Con independencia de lo que pretendan transmitir, estas estampas son una muestra de los enigmas que, como todas las cosas maravillosas de la existencia, encierra la magia creadora de las manos. Ellas han sido y siguen siendo verdaderas artífices que te muestran el camino para dar forma a tus creaciones y sueños.
Cuando te permites liberar esa energía creativa que posees, te abres plenamente al diálogo entre tus necesidades expresivas y tus manos, que el poeta Miguel Hernández reconoció como «herramientas del alma».
«Mis manos inventan otro cuerpo a tu cuerpo».
Octavio Pa