La experiencia del monje Thich Nhat Hanh y su comunidad en la meditación con niños
En el libro Plantando semillas, Thich Nhat Hanh y la comunidad Plum Village explican con detalle la experiencia positiva que supone introducir a los niños en la práctica del mindfulness.
En este fragmento compartimos los primeros pasos para habilitar un espacio con las cualidades primordiales para generar un clima idóneo que facilite sus comienzos en el mundo de la espiritualidad.
Regar las semillas de la bondad y de la belleza
Los niños tienen una necesidad y una gran capacidad de aprendizaje y desarrollo espiritual. Cuando la práctica espiritual se transmite de manera sencilla y directa, la experiencia de los niños es divertida y útil. El programa para niños establece, entre ellos, una sensación de conexión y pertenencia que les une.
Es un espacio en el que pueden experimentar una atmósfera única de compasión y alegría que la escuela no siempre proporciona.
Hay personas que se nos acercan con una actitud del tipo «¡A ver si vosotros podéis arreglarlos!», pero la verdad es que nosotros carecemos de plan para arreglar a los niños. Nosotros simplemente les proporcionamos el espacio necesario para que tengan la posibilidad de ser quienes quieran. Es cierto que compartimos algunas prácticas, pero, por encima de todo, les dejamos ser quienes son. Si están aburridos, aprenden a practicar: «Inspiro y estoy aburrido. Espiro y está bien estar aburrido». Les proporcionamos el espacio necesario para que sientan y acepten sus sentimientos tal como son.
El programa para los niños tiene que ver con cuidar, compartir y relacionarnos con ellos desde un lugar atento, compasivo y sabio.
Una sala de paz. Establecer un espacio para los niños en el retiro
Disfrutamos de los lugares dependiendo de la energía con la que los hayamos generado. Una habitación puede estar muy bien decorada, pero resultar fría y hostil, mientras que otra puede carecer de color y muebles, pero sentirse muy cómoda y espaciosa. Ese es un clima que todos contribuimos a crear.
La habitación de los niños debe experimentarse como un lugar de refugio tanto para los niños como para quienes trabajan con ellos.
Cualquier niño debe sentirse libre para ir ahí, aunque ello no forme parte de la actividad del momento. La habitación de los niños debe servir para realizar actividades artísticas y artesanales y contar cuentos, pero, por encima de todo, debe proporcionar paz. Un rincón especial con un altar con unos pocos objetos preciosos (como una estatuilla del Buda o de un bodhisattva, un cuenco con arena en donde colocar las barritas de incienso, una o dos velas y alguna que otra flor o pequeña planta) puede contribuir a hacer más sagrado el espacio.
Cuando los hijos y sus padres entran, el primer día del retiro, en la sala de los niños, les invitamos a que se descalcen y dejen fuera los zapatos. Una vez sentados, les pedimos que cierren los ojos e imaginen que acaban de entrar en un recinto muy especial, un lugar en el que el tiempo discurre más despacio y en el que su funcionamiento también se enlentece. Entonces abandonan las prisas, se dispersan menos y están más centrados. Caminan más lentamente, sus oídos están más atentos y hablan en voz más baja, sin necesidad de gritar. A veces les gusta permanecer de pie ante el altar e inclinarse o mirar simplemente los objetos del altar y a veces compartimos una sencilla canción que sirve para unificar la energía del grupo.
Encender una barrita de incienso también contribuye a crear un clima más tranquilo y especial. Ofrecemos incienso antes de empezar la primera y la última sesión del día. Obviamente, la sala también puede ser un lugar para jugar, correr y gritar, después de que todo el mundo haya establecido contacto con su paz. A esa paz volvemos con los niños, un par de veces al día al menos, durante la primera y la última reunión. Muchos de los elementos que, durante un retiro, forman parte de la sala de los niños, pueden adaptarse a los entornos del hogar y de la escuela.
Los niños pueden realizar un pequeño ritual cuando entran en clase para tomar, de ese modo, conciencia de su cuerpo y su respiración y conectar con su paz interior. En lugar de descalzarse e inclinarse, pueden realizar, antes de sentarse, varios estiramientos y tres respiraciones profundas. Los niños pueden tener una piedra de mindfulness en su pupitre, sostenerla en la mano y respirar tres veces. Y todos pueden cantar juntos también una canción tranquilizante.