Los 6 sufrimientos generales a los que se enfrentan todos los seres vivos en el samsara según el budismo
Los seis sufrimientos generales se refieren a las dificultades que enfrentan todos los seres vivos en el samsara. Los define y detalla el Lama Zopa Rimpoché en su libro Las cuatro nobles verdades. Una guía para la vida cotidiana.
1. Nada es definitivo
Hasta que somos liberados del samsara, continuamente tenemos que experimentar los seis tipos de sufrimiento. Una vez conocí a una madre de familia india rica que me dijo: «Por favor, reza por mi hija para que se case». La madre estaba preocupada porque anhelaba el casamiento de su hija, y no podía esperar. Le aconsejé que era mejor esperar y ser precavida, pero ella continuaba preocupándose por el estatuto de soltera de su hija. La gente no suele pensar que puede haber problemas. Por el contrario, solo se preocupa por los resultados a corto plazo, en este caso el matrimonio.
Hay dos ocasiones en Nepal en las que se escucha música a todo volumen: durante los casamientos, en los que los músicos hacen sonar sus trompetas y tocan los tambores mientras transportan a la novia y al novio, y después de la muerte de alguien, en la procesión del funeral, en la que se llevan los cadáveres al cementerio, que también se acompaña con los sonidos de trompetas y tambores.
2. Nada ofrece satisfacción en el samsara
Los Rolling Stones describían este punto perfectamente cuando cantaban «(I Can’t Get No) Satisfaction».[1] Los alcohólicos están asolados por la insatisfacción, por ese motivo beben en búsqueda de alivio, con el anhelo de lograr algún nivel de saciedad, pero en su lugar acaban abrumados por el descontento. Los destruye, destruye sus trabajos, y destruye sus familias.
Una experiencia habitual es nuestra insatisfacción respecto a lo que poseemos. Si ganamos cien dólares, intentamos ganar mil dólares. Cuando hemos ganado mil dólares, no nos sentimos contentos hasta que logramos ganar diez mil dólares. Si somos capaces de ganar diez mil dólares, nos sentimos impulsados a ganar cien mil dólares. Y así continuamos una y otra vez.
Había una persona rica, en Londres, dedicada al negocio de los automóviles, que compró una mansión con muchas habitaciones. Dormía cada noche en una habitación diferente. Me contaron que comía muy mal, y que había bebido cerca de sesenta botellas de licor en un período muy breve de tiempo. Era una persona adinerada, pero experimentaba escasa satisfacción, por lo cual era infeliz, estaba deprimido y bebía en exceso.
El hombre pensó que la raíz de su sufrimiento era el negocio de automóviles. De modo que le pidió a su guardaespaldas que comprara muchos automóviles de juguete, puso todos los autos de juguete en la fuente del jardín, los roció con keroseno y les prendió fuego. Pensó que a través de ese acto simbólico removería su infelicidad. En ningún momento se le ocurrió que era su mente y sus engaños los que le causaban el sentimiento de miseria que experimentaba. Su problema era el apego, el hecho de no practicar satisfacción alguna, querer siempre más y más.
Una respuesta completamente diferente la ofreció Kirti Tsenshab Rimpoché, el gran maestro tibetano del cual recibí muchas enseñanzas e iniciaciones, cuando el médico le diagnosticó cáncer. Cuando el médico le preguntó lo que pensaba, Rimpoché le respondió: «Estoy muy feliz por tener cáncer porque me da la oportunidad de practicar bodhicitta, tomando sobre mí el sufrimiento y las causas de sufrimiento de todos los seres sentientes». Esta respuesta muestra una renuncia total al aferramiento a la vida en vista al beneficio propio.
3. Abandonamos el cuerpo una y otra vez
Hasta que logremos la liberación, estamos obligados a renacer una y otra vez en el samsara. Hemos adoptado el cuerpo de una mariposa en incontables ocasiones. Hemos adoptado el cuerpo de un gato en incontables ocasiones. Hemos nacido como perros en el Tíbet y en Inglaterra –perros con narices chatas, narices largas, con colas cortas, con colas largas– en incontables ocasiones en nuestros renacimientos sin comienzo. No habría espacio libre si todos nuestros cuerpos fueran reunidos. Lo mismo ocurre con todos los cuerpos humanos que hemos tomado. No hay un solo tipo de cuerpo samsárico que no hayamos adoptado o experimentado. Hemos adoptado el cuerpo de cualquier animal hacia el que nos hayamos sentido atraídos, como caballos, pájaros, arañas o ratas, en innumerables ocasiones. Esos insectos a los que tememos, que concebimos como amenazadores y horribles, tienen cuerpos semejantes a los de aquellos en los que hemos nacido en incontables oportunidades. Hemos nacido como tigres y serpientes venenosas innumerables veces. Ese es el horror del samsara.
4. Debemos renacer una y otra vez
Este cuerpo nuestro proviene del esperma de nuestro padre y del óvulo de nuestra madre. Ellos, a su vez, son el producto de sus propios padre y madre. Por lo tanto, existe una continuidad que es posible remontar hacia el pasado. Ahora bien, toda esta mezcla de esperma y óvulos que viene de tan lejos es como un tanque séptico, con excrementos y orina, que hiede con una mezcla de olores desagradables. Nuestros cuerpos son algo parecido. Por lo tanto, deberíamos pensar en nuestro cuerpo como un trasto muy viejo, y dejar de aferrarnos. Si somos capaces de superar este aferramiento que sentimos por nuestro cuerpo, la mente podrá liberarse del apego que está detrás de nuestros continuos renacimientos en el samsara, que causa nuestro sufrimiento en el samsara.
Esta continuidad de renacimientos es como la continuidad del sonido de una trompeta ceremonial en la cual una nota se junta con la siguiente. La desventaja de nacer una y otra vez, la desventaja de estos agregados que nacen debido al karma y a los engaños, dando vueltas continuamente de una vida a la siguiente y la que sigue después, nos debe conducir a una experiencia de hartazgo respecto al samsara.
5. Nos movemos de lo superior a lo inferior en el samsara
Al renacer, nos movemos continuamente desde los estados superiores a los estados inferiores del samsara. A menos que sepamos cómo poner remedio a las acciones equivocadas, y nos embarquemos en la práctica de la virtud, seremos incapaces de permanecer en los estadios superiores, como el reino humano.
Después de la muerte, el estado de la existencia cambia, y renacemos de acuerdo con el karma, posiblemente como un ser de los infiernos, un espíritu hambriento, un animal o un dios. Nos movemos constantemente y cambiamos nuestro reino de existencia. En una vida previa puede que hayamos sido un rey, pero en esta vida nos volvemos sirvientes o mendigos. Incluso en una misma vida, después de una existencia de lujos, podemos volvernos mendigos. Estas cosas ocurren.
6. Nacemos solos y nos morimos solos
Nacemos solos, únicamente con la consciencia que viene desde la vida previa a la actual. Cualquiera que haya sido el cuerpo que teníamos en la vida anterior, no continuó. Solo la consciencia llegó a esta vida.
Cuando morimos, morimos solos, dejando atrás el cuerpo. De modo que solo la consciencia, la energía mental, viaja rumbo a la próxima vida. Todo el karma negativo que hemos acumulado a través de nuestras acciones –acciones que están incrustadas en nuestra consciencia– continúa.
Si esas impresiones negativas son graves, acabaremos naciendo en realidades inferiores, donde experimentaremos solo los resultados aterradores. Nadie compartirá esas experiencias con nosotros. Ningún miembro de nuestra familia, ningún amigo se reunirá allí con nosotros y nos dirá: «Te ayudaré. Compartiré contigo tu sufrimiento. Sufres demasiado. Tomaré parte de tu carga y te liberaré al menos de una porción de ella». Nadie aparecerá para ayudarte. Lo experimentarás solo. Eso es lo que ocurrirá.
Notas:
«No puedo obtener satisfacción.» (N. del T.)