Vinyasa Yoga: movimiento, respiración y el impulso de fluir
Lo que llamamos vinyasa yoga se ha hecho muy popular hoy en día como actividad física, de alto cardio o gimnasia. Sin embargo, en la tradición del Yoga se entiende y se vive como una práctica espiritual, sagrada y de amor.
El profesor de yoga y meditación Denis Criado nos recuerda en Danza del amor una verdad tan sencilla como profunda: la práctica de vinyasa yoga no solo se basa en secuencias preestablecidas sino también en el movimiento que nace del fluir energético e inteligente de vuelta a nuestro centro espiritual.
Con la práctica de vinyasa, cuando accedemos a nuestras sensaciones, nos abrimos a un flujo dinámico de energía desde el chakra del corazón. Este flujo no es un amor sentimental o emocional, sino que es puro, incondicional y tranquilo al mismo tiempo. Es la conexión con nuestra divinidad, con nuestra esencia, es decir, con el alma que somos. Cuando practicamos con el corazón, nuestra sadhana se convierte en una adoración a nuestro ser más auténtico, aquel que fluye con lo que le toca vivir. Aunque algunas personas no se consideren auténticas por naturaleza y sientan que el corazón es irrelevante para sus vidas, o que no les dignifica como personas, sin corazón no podemos acceder a sentirnos parte del equilibrio y la energía que da vida a todo.
Prana, la energía que subyace en cada elemento de nosotros y del universo, puede ser difícil de entender porque no se ve; sin embargo, se siente. Cuando nos conectamos con el prana, nos conectamos con el mundo que nos rodea y con nuestro verdadero ser: la consciencia pura (atman). El prana es una energía que se impulsa a través del cuerpo, a lo largo de una red de sutiles canales corporales. Al igual que en el sistema nervioso central, los canales del cuerpo sutil o nadis actúan como un conducto de energía pránica.
Algunas tradiciones identifican hasta cinco o diez tipos diferentes de prana, relacionados con la energía que se mueve hacia dentro y la que se mueve hacia el exterior. La energía hacia arriba y hacia abajo, o la energía relacionada con lugares especiales del cuerpo como la cabeza, la garganta, el corazón o el abdomen.
Si bien cada uno de nosotros tiene una forma corporal, que es nuestra forma física, también tenemos un cuerpo sutil o energético, que puede compararse con el aura, pues se extiende más allá de este. Esto es lo que hace posible que ilumines una sala con tu presencia, o que puedas sentir intuitivamente la energía de otro.
En el lado derecho de la columna, está el canal solar, pin- gala, que, si está en desequilibrio, fluyen las energías de la ira, los celos, la separación, la aversión y el rechazo, ya que cada una es una energía caliente asociada con el sol. A medida que la energía asociada con la espiración viaja hacia abajo y se mueve a través del canal pingala, experimentamos rechazo al mundo exterior. En el lado izquierdo de la columna vertebral, está el canal lunar, ida, por el que, cuando está en desequilibrio, fluyen las energías frías, como el deseo, el anhelo, el apego y el placer. Sin embargo, cuando en la práctica de vinyasa combinamos la parte activa del asana, el movimiento y la respiración, y la parte pasiva del asana, parada y espiración, entramos en equilibrio, y empieza a fluir el prana desde el centro.
En el centro de la columna, está el canal sushumna, cuyo nombre es una referencia al zumbido de pura felicidad que surge cuando el prana fluye libremente a través de este nadi, porque nos sentimos plenos, con más vitalidad, y nos regeneramos desde la raíz. De esta forma, la sabiduría, los pensamientos puros y la satisfacción surgen de forma natural en el día a día, ya que estás plenamente presente con lo que te toca vivir. No tienes preferencias y fluyes.
Los yoguis tenían una razón muy profunda para promover la salud y la longevidad, pues consideraban que la percepción espiritual es más fácil de obtener cuando el prana actúa con libertad en nuestro cuerpo y aprendemos a sentirla y a fluir con ella a través de las posturas. Según los grandes maestros de Yoga, el prana que fluye por nuestro cuerpo es la gran maestra de cualquier tipo de Yoga y la práctica del vinyasa te enseña a relacionarte con la energía como ninguna otra práctica de Yoga.
El prana es la energía vital que nos alimenta y nos nutre, nos aporta vitalidad y brillo, porque es el impulso para hacer las cosas con amor y consciencia. Esta fuerza fluye por fuera y por dentro de todas las formas de vida. Por este motivo, cuando hablamos de vinyasa, nos referimos a las posturas que se entrelazan de forma natural, sin mente, como en la naturaleza y en la vida. Aunque actualmente asociamos la palabra vinyasa a un tipo de yoga dinámico, que está basado en la unión de movimiento y respiración a lo largo de secuencias de posturas enlazadas entre sí. Vinyasa y prana están íntimamente relacionados. Comprender vinyasa es comprender la naturaleza del prana, y viceversa.
Vinyasa se suele traducir como la unión de movimiento y respiración.
Vi significa colocarse en una forma determinada de acuerdo con un contexto o por la falta de él. Y -nyasa significa santificar o lograr un estado meditativo, mediante la concentración en un punto. En su origen, las secuencias clásicas de vinyasa son una colección de varios subgrupos de posturas similares en forma y beneficios. Las posturas de pie, las flexionadas hacia delante, las posturas para las caderas, las extensiones hacia atrás y las posturas invertidas se agrupan para mejorar los beneficios de nuestros sistemas fisiológicos y energéticos.
El proceso de reequilibrar el cuerpo a través del vinyasa yoga te lleva a desarrollar la escucha, la percepción y la sensibilidad de la energía. Con la práctica, te conviertes cada vez más en fluidez; dejas de resistirte ante los acontecimientos y aprendes a vivir con sabia naturalidad y espontaneidad, amando incondicionalmente, recuperando lo que se te ha concedido desde el nacimiento, que es un regalo precioso. El equilibrio de tu cuerpo, de tu salud y de la del planeta es una de las formas en que mostramos respeto, gratitud y aprecio por el profundo misterio y majestuosidad de aquello inexplicable que llamamos «sentirnos vivos». Con vinyasa aprendes a volver al río de la vida y a ser la vitalidad que se desprende de la misma práctica.
En la práctica de vinyasa, el cuerpo y la respiración son tu vehículo principal y la herramienta de acceso a estados más profundos de meditación.
Te ayuda a depurar el organismo, a crear ligereza y a evitar el estancamiento en la vida, enciendes el fuego interno y deshaces bloqueos físicos y mentales, que se han congelado con los años, ayudándote así a adquirir naturalidad y espontaneidad en tu día a día. Por lo tanto, quiero enseñarte cómo crear ese puente, para que hagas del vinyasa un momento íntimo, de unión y de cocreación con tu alma. De este modo, desde los pequeños actos a los más grandes todo empieza a fluir en armonía.
Por este motivo, vinyasa es sinónimo de fluir, porque aprendes a abandonarte al fluir inteligente y creativo del prana a través de su práctica. La respiración sucede de forma natural, mientras el cuerpo entra o sale de las posturas, fluyendo sin pensar, hacia la siguiente, con una presencia plena en todo momento. No piensas en qué postura debes hacer porque, como en la vida, das un abrazo sin pensar, besas sin pensar, sonríes sin pensar. Vinyasa está lleno de posibilidades expresivas, físicas, emocionales y de movimiento, incluso de conexión de grupo si se practica con otros yoguis. Llega un momento en el que solo hay una unidad que se mueve y actúa a través de los cuerpos de un mismo grupo: como pájaros bailando juntos en el cielo, son uno, y se mueven en sincronicidad. Son belleza en movimiento.
En vinyasa y con la práctica constante, aprendemos el lenguaje del corazón y, cuando despiertas su danza sagrada como una meditación en movimiento, se convierte en una forma de adoración que desata el fluir de tu alma. Rescatas tu autenticidad, la forma de tu ser más puro. Por lo tanto, en el fundamento de la práctica de vinyasa debe haber una inspiración, un sentimiento o, como se conoce en la tradición, un bhavana. De esta forma, la práctica será una fuerza que convierta y transforme nuestra vida de acuerdo con nuestras aspiraciones más profundas, logrando alinearse con la esencia de nuestro corazón para nuestro beneficio y crecimiento espiritual, así como para el de nuestras relaciones.
Los condicionamientos sociales crean samskaras en nuestro cuerpo y, al ser tan poderosos, con el tiempo dejamos poco a poco de ser espontáneos, aunque parezca difícil de creer; tenemos que aprender a sentir de nuevo para poder fluir.
Sin práctica, el miedo y las resistencias se apoderan de nuestro corazón, que se endurece de memoria kármica al pasar el tiempo. Por eso, en la tradición se dice que nuestro mayor miedo no es a morir, sino a sentirnos vivos.
Esta es la esencia que nos ofrece la práctica de quien amaestra vinyasa: desarrollar acciones de amor desde el sentir. Aunque podemos caer en el error de querer avanzar en las posturas más complejas y medir nuestra mejora, sabemos que el Yoga es mucho más que una simple postura y que la verdadera mejora consiste en estar vivos, momento a momento, con lo que nos toca vivir.
Sé paciente, porque poco a poco podrás recoger los frutos más bellos gracias a la práctica de vinyasa. Hay que experimentar desde el templo, nuestro cuerpo, donde habita el espíritu, porque el grado de rechazo que hagamos a nuestro cuerpo será como si nunca hubiéramos vivido, lo que no podemos permitir. Como nos indica Prashna Upanishads: «Desde el alma nace la vida». Cuando somos alma, volvemos a la vida con más fuerza, amamos y somos amados. Ese es el mayor tesoro que encuentras en la práctica de vinyasa yoga.