¿Qué significa tener un maestro espiritual según el budismo?

Dzogchen Ponlop Rinpoché señala en su libro El buda rebelde la importancia de encontrar un maestro en nuestro camino espiritual. Sin embargo, el término que usamos en Occidente puede llevar a múltiples equívocos y, por ello, detalla desde una óptica budista qué es y cómo es un maestro espiritual con el que podamos establecer una relación verdadera.

Estamos habituados a cierta forma de entender lo que significa maestro, debido a todas nuestras experiencias pasadas con escuelas y maestros –desde nuestro primer viaje al jardín de infancia hasta nuestros años en una universidad o una escuela vocacional–. Eso, sin embargo, no es en realidad el significado de la palabra utilizada por el Buda cuando introdujo por primera vez la idea de lo que llamamos «maestro». La palabra que usó significaba «amigo espiritual».

Es importante reflexionar sobre lo que queremos decir hoy en día cuando decimos «maestro», en especial en un sentido espiritual. Esto tiene más consecuencias de las que podríamos imaginar, ya que, cuando se malinterpreta, la relación maestro-estudiante puede volverse muy pesada y algo deprimente.

En nuestro sistema educativo, podemos considerar a las maestras o los maestros de niños pequeños como cuidadores sustitutos, pero conforme los niños crecen física e intelectualmente, tendemos a mirar a estos profesionales con un respeto especial. Confiamos en que sean buenos conocedores de su campo y que sus motivaciones sean bondadosas. Cuanto más alto sea el nivel de escolaridad, más respeto estamos dispuestos a conceder a estas personas, pero al mismo tiempo podríamos ser menos capaces de relacionarnos con ellos desde la perspectiva de una base común. ¿Qué le dices a un profesor o profesora de astrofísica de alta energía o de la poética de Aristóteles? Podríamos sentir que existe un golfo insalvable entre nosotros y tal erudito, persona docta, cuyos pensamientos están ocupados por temas tan elevados. Este sentido de disparidad puede incluso ser más pronunciado en la arena espiritual, donde colocamos a las figuras «sagradas» sobre un pedestal, muy por encima de la esfera de los hombres y las mujeres ordinarios –casi hasta el punto en que los consideramos como un orden superior de seres–. En un momento dado, se vuelve imposible tender un puente sobre esa brecha. Entonces no hay la posibilidad de que ninguna de las dos partes se comunique de manera genuina. Cada persona tiene una posición y un papel reconocido y fijo en la relación: una es superior y la otra es inferior. Una lo sabe todo y la otra es un recipiente vacío, un suplicante, un mendigo de conocimiento, sabiduría y bendiciones.

En la ausencia de cualquier conexión real, la brecha entre el estudiante y el maestro se llena de proyecciones. El estudiante piensa: «Ah, a esta persona se le llama Maestro, así que debe tener una gran realización; quizá incluso esté iluminado», y cosas por el estilo. Proyectamos muchas ideas diferentes acerca del «maestro» sobre la personalidad humana de quien posee ese título. Y como sentimos que tales maestros poseen un conocimiento muy superior al nuestro, se convierten, en nuestra mente, en algo así como dioses.

Estar en su presencia se vuelve intimidante y sentimos la necesidad de complacerlos, obedecerlos o halagarlos. Sin embargo, esta no es una expresión de respeto genuino y no es la intención original del Buda, que habló de un amigo espiritual, no de un maestro o alguien que enseña con rigor.

A veces se oye a un estudiante decir: «Si hago esto o aquello, mi maestro se molestará». ¿Estás seguro? Piénsalo. Más allá de tu imaginación, ¿qué podría ocurrir? ¿En realidad conoces suficientemente bien a esa persona para predecir sus pensamientos y emociones? En cualquier caso, el propósito del camino espiritual no es complacer a ninguna persona individual; es liberarte de la ignorancia, convertirte por completo en quien eres. De modo que la complacencia es un concepto erróneo. En vez de ello, debemos examinarnos y darnos cuenta de nuestras motivaciones. Entonces podemos decir: «Sí, este es un curso de acción apropiado» o «No, si hago esto o aquello, voy a arruinar mi jornada espiritual y destruir mi visión de libertad». Esa es una manera más sensata de relacionarnos con estos pensamientos.

Debemos prestar atención a nuestro uso del lenguaje y a cómo afecta nuestra mente. Las palabras que estamos adaptando ahora en Occidente a partir de otras lenguas son puramente nuestra propia elección. Hemos elegido palabras como instructor, maestro y gurú como títulos para las personas a las que acudimos para que nos ayuden a entrenarnos y para recibir de ellos consejos espirituales. Pero el término budista original es amigo espiritual.

Un amigo espiritual auténtico debe tener dos cualidades principales. La primera es ser culto, tener tanto un conocimiento vasto de las enseñanzas budistas como una introspección profunda sobre su significado. La segunda es guardar una disciplina ética correcta, que es la base para sustentar todos los entrenamientos del camino budista. Esto es lo que debemos observar cuando busquemos a un maestro, o aliado, en nuestro camino. Puesto que estamos buscando solo estas dos cualidades, debería ser muy fácil encontrar a alguien así, ¿verdad? Solo lleva unos cuantos años, o vidas, desarrollar estas cualidades. Si somos lo suficientemente afortunados como para encontrar a tal amigo verdadero, él o ella podrían volverse una gran fuente de inspiración y guía para nosotros. Y el punto en que estamos listos para semejante relación parece señalar el momento en el que nos volvemos más serios con respecto a nuestro camino.

Este tipo de amistad puede marcar toda la diferencia en nuestra jornada espiritual. Nuestro maestro puede ser la primera persona hacia quien en verdad abrimos nuestro corazón, el primero con el que estamos dispuestos a ser totalmente honestos. Es una relación significativa que estamos haciendo con otro ser humano. Puede convertirse en nuestra entrada a un mundo más grande, nuestra introducción a lo que significa ver y abarcar de verdad todas las formas y dimensiones de la humanidad, incluyendo la nuestra. Debido a su importancia, necesitamos entender esta relación y hacerla real.

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