La realidad según la ciencia y la tradición budista

Dokushô Villalba explora en este fragmento de su libro Zen en la plaza del mercado los fundamentos de la realidad desde una perspectiva científica y budista y plantea cómo ambas tienen diversos puntos en común a raíz de los últimos cambios de paradigma.

La realidad que la ciencia actual está encontrando desde Einstein y la física cuántica dista mucho de la que describió Newton. Todos estamos al corriente de esto y creo que no debo insistir demasiado sobre ello.

Cuanto más ha ahondado la ciencia en la naturaleza de la realidad física, tanto más se ha ido revelando que la realidad física no es nada parecida a como nos la imaginamos.

Durante 2 000 años se ha creído que los átomos eran unas diminutas bolas sólidas: los ladrillos de la realidad física, sólida y contundente. Cuando los físicos descubrieron que los átomos se componían de otras partículas subatómicas más elementales (electrones, protones y neutrones), el modelo cambió para convertirse en un núcleo central rodeado de electrones moviéndose en órbita.

Más tarde se descubrió que el 99,9999999 % del átomo es espacio vacío. Esto llevó a Arthur Eddington a afirmar que: «la materia en su mayor parte es un fantasmagórico espacio vacío», y a Hans-Peter Dürr a decir que: «la materia no está compuesta de materia».

Con el desarrollo de la teoría cuántica, los físicos descubrieron que incluso las partículas subatómicas distan mucho de ser sólidas. De hecho, no tienen nada que ver con la materia tal y como la entendemos. No pueden aislarse y medirse con precisión (no se pueden analizar). La mayoría del tiempo parecen más bien ondas que partículas. Los físicos las definen como «nubes confusas de existencia potencial, sin una localización concreta».

¿Qué es, pues, la materia que constituye la base sólida de la realidad de «ahí fuera»? Sea lo que sea la materia, tiene muy poca sustancia, si es que conserva alguna en realidad.

Esto nos lleva a comprender bajo otra óptica el aprendizaje esencial de la tradición budista, a saber, la enseñanza de anatman o no sustancialidad (no noumenon). Tal y como lo expresa sucintamente el sutra de la Gran Sabiduría (Maha prajña paramita sutra):

Los fenómenos son vacío.

El vacío es fenómeno.[1]

Si la naturaleza de la materia no es material, ¿qué es?, ¿de dónde surge?, ¿cuál es la fuerza que la genera?

En mi opinión, está a punto de producirse una revolución copernicana en la ciencia y en la filosofía occidentales. Un nuevo metaparadigma está emergiendo. A medida que este nuevo metaparadigma se vaya consolidando, la ciencia y la filosofía occidentales comprenderán cada vez mejor el conocimiento obtenido y transmitido por las tradiciones espirituales orientales, especialmente por el budismo. La base de este nuevo giro copernicano es la siguiente:

La conciencia no es un subproducto ni una propiedad emergente del cerebro humano. Es decir, la conciencia no surge de la materia, no es el resultado de la evolución del átomo en molécula, de la molécula en cadenas moleculares, de estas en células, de estas en tejidos, de estos en órganos, de estos en sistemas, de estos en organismos, de estos en organismo humano. No. La conciencia es el origen de la materia. Es decir, la materia deriva de la conciencia y no la conciencia de la materia, tal y como se enseña en el budismo, y tal y como han podido experimentar algunos de los más grandes maestros budistas.

«Esto quiere decir que el mundo que en realidad conocemos es el mundo que toma forma en nuestra mente; y este mundo no se compone de materia, sino que su naturaleza es mental».[2]

Nuestra experiencia de la realidad es, de hecho, una construcción de nuestra mente. El proceso cognitivo que seguimos para aprehender la realidad no capta en verdad el mundo de «ahí fuera», sino que lo «construye».

Puesto que la modalidad del proceso cognitivo que usamos sigue una determinada dirección temporal, la realidad «creada» a su imagen y semejanza sigue la misma dirección temporal.

Puesto que el proceso cognitivo que usamos está condicionado por el concepto y la vivencia de espacio, la realidad «creada» es espacial.

Puesto que este proceso cognitivo se basa en una definición del «yo» que conoce como opuesto y separado a «la cosa conocida», la realidad «creada» por este proceso aparece dividida en «objetiva» y «subjetiva», o en «interior» y «exterior».

Puesto que el proceso cognitivo parte de una separación conceptual entre mente, materia y conciencia, en la realidad «creada» se despliega esta misma separación.

En resumen, como sujetos conocedores definimos nuestra identidad a partir de nuestras sensaciones, percepciones, categorías conceptuales, emociones, etcétera; es decir, como seres sujetos al tiempo y el espacio. Desde esa imagen tratamos de conocer la realidad y, para ello, utilizamos procesos cognitivos íntimamente condicionados por nuestra identidad, esto es, por el tiempo y por el espacio, por la materia, por el cerebro. El budismo llama a este tipo de conocimiento «relativo» o «ilusorio».

¿Existe una realidad más allá del tiempo y el espacio? En el caso de que existiese, ¿podríamos los seres humanos, sujetos al tiempo y el espacio, llegar a conocerla? La tradición budista responde afirmativamente a ambas preguntas.

¿A través de qué proceso cognitivo? A través de un proceso de introspección muy poderoso llamado meditación, mediante el cual la luz de la conciencia es dirigida sobre sí misma para iluminar su propia naturaleza original.

  • Si quieres saber más acerca del libro Zen en la plaza del mercado:


Notas bibliográficas:

  1. El sutra de la Gran Sabiduría, comentarios de Taisen Deshimaru, traducción española de Dokushô Villalba, Ediciones Miraguano, Madrid, 1987.

  2. Peter Russell, Ciencia, conciencia y luz. Kairós, col. Nueva Ciencia, Barcelona, 2001.

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