¿Tenían Mozart o Einstein cerebros privilegiados?
Aunque parece que uno nace siendo un genio, la ciencia demuestra que, en realidad, los genios se hacen. Jo Boaler expone diversos estudios científicos en su libro Mente sin límites que muestran cómo se puede llegar a tener el “oído absoluto” de Mozart —siendo un niño— o cómo la actitud de Einstein ante el aprendizaje constante y el reto de cómo afrontar los problemas difíciles fueron mucho más determinantes en sus logros que no el hecho de poseer un cerebro especial.
En su intento de entender mejor la forma en que las personas rinden al máximo, los científicos ponen de relieve interesantes datos adicionales sobre la comunicación cerebral. Algunas personas que han cosechado grandes logros y efectuado importantes contribuciones a los campos de la música y la ciencia —como Mozart, Curie y Einstein— suelen ser consideradas de manera invariable como «genios». Pero Anders Ericsson, Daniel Coyle y otros que estudian la pericia han demostrado que los logros sobresalientes y el alto rendimiento de estas personas provenían de la dedicación extrema y el trabajo duro a lo largo de muchos años.
Ericsson pone entre paréntesis la idea de que Mozart nació con un talento especial y recuerda que fueron las actividades en las que participó las que lo llevaron a sus grandes proezas musicales, incluso a una edad muy temprana. También señala que se sabe que Mozart tenía lo que a menudo se conoce como «oído absoluto», lo cual parece ser un buen ejemplo de un don genético, ya que solo una de cada diez mil personas en «circunstancias normales» tiene un oído perfecto. Sin embargo, una cuidadosa consideración de la educación recibida por Mozart muestra que, desde los tres años de edad, se dedicó al tipo de actividades que permiten desarrollar un oído absoluto.[1]
La psicóloga japonesa Ayako Sakakibara informa de un estudio en el que se enseñó a 24 alumnos a desarrollar el «oído absoluto». Los niños utilizaron banderas de colores para identificar los acordes y siguieron trabajando en ello hasta que pudieron identificar perfectamente todos los acordes. Cada uno de los estudiantes participantes en este estudio desarrolló un oído absoluto.[2] Este es un ejemplo de una cualidad que la gente considera un «don», aunque, de hecho, se deriva de un tipo particular de aprendizaje que hace que los estudiantes utilicen múltiples vías, en este caso conectando nociones visuales y sonidos.
Albert Einstein, probablemente la persona que más consideración de «genio» ha recibido, asumía los errores y abordaba el aprendizaje de una manera particularmente productiva. Algunas de mis citas favoritas de Einstein son las siguientes:
La persona que nunca comete un error, nunca intenta algo nuevo.
No es que sea inteligente; tan solo le dedico más tiempo a los problemas.
No poseo ningún talento especial. Solo soy apasionadamente curioso.
En medio de la dificultad, radica la oportunidad.
Estas y otras citas de Einstein indican claramente que tenía una mentalidad de crecimiento, a pesar de que, en el momento en que vivió, la mentalidad no era un concepto que se tuviese en cuenta. Einstein se refiere a aceptar la dificultad, permanecer durante mucho tiempo con los problemas difíciles, mostrar curiosidad y equivocarse y rechazar las ideas fijas sobre el talento y la capacidad.
Einstein también trabajaba visualmente con las ideas y solía decir que su pensamiento era visual, esforzándose por transformar sus ideas visuales en palabras y símbolos.[3] Einstein ha tenido un impacto decisivo en la ciencia y no es de extrañar que la gente lo considere un «genio». A pesar de que no disponía de las herramientas y tecnologías que tenemos hoy en día, fue capaz de predecir, tan solo con su propio razonamiento, que los agujeros negros que orbitan entre sí crean ondas en el tejido espaciotemporal. Se necesitaron cien años y lo que National Geographic describe como un «ingente despliegue de trabajo informático» para demostrar que tenía razón. Pero, pese a sus magníficos logros, Einstein se apresuró a señalar que no provenían de un don o talento especial, sino de la dedicación y el trabajo duro y lo que parece ser un enfoque visual del conocimiento. Al parecer, Einstein adoptó un enfoque carente de límites del aprendizaje y la vida, lo que tuvo un impacto positivo en todo lo que estudiaba.
Según un reciente artículo del National Geographic titulado «¿Qué hace a un genio?», el cerebro de Einstein, que se encuentra distribuido en cuarenta y seis portaobjetos de microscopio en un museo de Filadelfia, ha sido examinado en busca de cualidades especiales.[4] Muchas personas han estudiado el cerebro de Einstein sin advertir en él nada digno de mención. Por su parte, un equipo del Imagination Institute, dirigido por Scott Barry Kaufman, ha adoptado un enfoque diferente al examinar el cerebro de personas vivas que han alcanzado proezas increíbles, descubriendo algo interesante.
Lo que diferencia el cerebro de las personas «pioneras en su campo» es que tienen conexiones más eficaces entre distintas regiones cerebrales, mayor comunicación interhemisférica y un pensamiento más flexible.[5] La comunicación cerebral, característica de los cerebros de los «innovadores», no es algo con lo que nazcan, sino que la desarrollan gracias al aprendizaje.
Notas:
1. Anders Ericsson y Robert Pool, Peak: Secrets from the New Science of Expertise. New York: Houghton Mifflin Harcourt, 2016.
2. A. Sakakibara, «A Longitudinal Study of the Process of Acquiring Absolute Pitch: A Practical Report of Training with the ‘Chord Identification Method», Psychology of Music, 42/1, 2014, págs. 86-111, https://doi.org/10.1177 /0305735612463948.
3. Thomas G. West, Thinking Like Einstein: Returning to Our Visual Roots with the Emerging Revolution in Computer Information Visualization. Nueva York: Prometheus Books, 2004.
4. Claudia Kalb, «What Makes a Genius?» National Geographic, mayo de 2017.
12. Ibid.