¿Cómo explicarías qué es el budismo zen? Dokushô Villalba encuentra una preciosa metáfora en una gota de rocío

¿Cómo puede definirse el budismo zen? ¿Podemos asemejarlo a algo que nos permita acercarnos a comprenderlo? Dokushô Villalba nos invita a detenernos y contemplar cómo se forman las gotas de rocío: ¡he aquí una aproximación metafórica maravillosa! 

En el libro La experiencia contemplativa; en la mística, la filosofía y el arte, coordinado por Olga Fajardo, el texto del maestro zen Dokushô Villalba aporta una original y creativa respuesta a la pregunta que suelen hacerse aquellos que recién descubren el budismo zen. Compartimos un fragmento del texto de Dokushô Villalba, titulado La absorción en la naturaleza original. 

«La palabra japonesa «zen» es una transliteración del término chino Ch’an, el cual, a su vez, es una abreviación de Ch’an-na, otro vocablo chino más antiguo. Este último es la transliteración al chino antiguo del término sánscrito dhyana (jjhana, en pali).

En Occidente se ha traducido habitualmente este término por «meditación». La palabra «meditación» tiene un amplio valor semántico y, de hecho, designa prácticas y actitudes muy diversas y alejadas entre sí. Por ejemplo, meditación es a veces sinónimo de reflexión, de pensar en algún asunto o tema.

“«Zen» debería ser traducido más bien como «recogimiento» o «interiorización». Personalmente me gusta entender el término y la práctica zen como «absorción», o para ser más exacto como «reabsorción».”



— Dokushô Villalba

Podemos ver bien reflejado el concepto «reabsorción» en el ciclo de las gotas de rocío. ¿Qué es una gota de rocío? Es la condensación de la humedad ambiente. La humedad es un fenómeno muchas veces imperceptible por los ojos, aunque se puede sentir en la piel, en la carne y en los huesos. Digamos que la humedad viene dada por una determinada cantidad de agua en forma gaseosa en la atmósfera. Cuando se dan las condiciones atmosféricas requeridas, esta humedad difusa se condensa en pequeñas gotas de agua. Finalmente, el agua gaseosa adopta la forma líquida, lo que se conoce como «condensación». Por tanto, la condensación es el proceso mediante el cual el estado gaseoso se transforma en estado líquido.

Todos hemos visto esas gotas brillantes de rocío que adornan las hojas de las plantas y las superficies más diversas durante las mañanas húmedas. Conforme avanza la mañana y el sol va ascendiendo, la temperatura del ambiente asciende también. El calor va secando la humedad y poco a poco las gotas de rocío van perdiendo su forma líquida conforme se disuelven de nuevo en la humedad ambiente, hasta desaparecer por completo como si nunca hubieran existido. Y bien, a esta fase de disolución del estado líquido y de su transformación en gaseoso podríamos llamarla fase de «absorción» por parte de la atmósfera del agua contenida en la gota de rocío. «Absorción» o «reabsorción», más bien, ya que la atmósfera vuelve a recuperar una cantidad de agua que estuvo previamente fundida en ella.

En términos más metafóricos, podríamos entender la «reabsorción» como un proceso mediante el cual una forma, cuerpo o ser se disuelve en el entorno del que ha emergido.

“La Vía del Zen es un camino unitivo: devuelve al ser humano a la unidad fundamental de lo viviente, disolviendo las falsas representaciones mentales de separatividad basadas en los conceptos de yo, mi, me, conmigo...”



— Dokushô Villalba

La contemplación de la propia naturaleza

Desde este punto de vista, la contemplación de la naturaleza practicada en el zen constituye, de hecho, una contemplación de la propia naturaleza, ya que ambas son no‐dos.

Tal y como escribe Eihei Dogen en el Shinjin Gakudô.[1]

«Debido a esto, lo que la Conciencia Unificada[2] percibe es unidad. Las montañas, los ríos y la tierra, el sol, la luna y las estrellas son ya la conciencia misma. No penséis, sin embargo, que esas cosas están dentro de la conciencia. Abandonad las nociones de interior y de exterior. ¿Algo es añadido en el instante del nacimiento? ¿Desaparece algo en el instante de la muerte? Abandonad las nociones de aparición y desaparición. ¿Dónde podríamos situar la vida y la muerte y nuestro punto de vista sobre la vida y la muerte? El pasado fue un simple instante de conciencia seguido por otro instante de conciencia. Un instante de conciencia seguido por otro instante de conciencia es un instante de montañas, ríos y tierra seguido por otro instante de montañas, ríos y tierra».

Obra de Tenshō Shūbun (1414–1463), reconocido monje zen y pintor japonés, célebre por sus pinturas de paisajes naturales. 

Cuando unificamos el que ve y lo visto en una sola experiencia, es decir, cuando nos damos cuenta de que el que ve y lo visto ya forman parte de la misma experiencia no dual, cada ser será percibido y aceptado según su propia perspectiva. Despertarse consiste en darse cuenta de que el sujeto y el objeto forman parte de la misma experiencia indivisa. A esto se le llama «Conciencia Unificada» o «Mente Única». Cuando miramos desde esta Conciencia Unificada, todo lo existente forma parte de la misma Unidad. Sin embargo, desde la mente analítica‐conceptual, cada cosa, cada ser –convertido en categoría mental– está separado y escindido de la totalidad.

Desde el punto de vista de la percepción común consideramos los objetos naturales, tales como: tierra, ríos, luna, sol y estrellas, como cosas exteriores a nuestra conciencia. Pero, de hecho, esas cosas son nuestra conciencia misma. No penséis, sin embargo, que esas cosas están dentro de nuestra psique. Abandonad las nociones de interior y de exterior, de entrar y de salir. La Conciencia Unificada no está fuera ni dentro, no viene ni va, ni es un atributo exclusivo del ser humano. Decimos «mi» conciencia, pero la conciencia no tiene propietario, no está limitada al ser humano, no le pertenece en exclusiva. El ser humano forma parte de la cadena de la vida universal y de la conciencia universal.

¿Qué es realmente esto que aparece en el campo de conciencia que somos?

Desde el punto de vista de la mente analítico‐racionalista etiquetamos: ser humano, aire, tierra, agua, fuego... Pero, en el instante de conciencia del presente,¿hay realmente separación entre un ser humano y el aire, la tierra, el agua y el fuego?

¡Un ser humano no puede existir sin aire, sin tierra, sin agua, sin fuego!

El aire es indispensable para la existencia del ser humano. Y el que sea indispensable para la existencia del ser humano quiere decir que el aire forma parte inherente de la existencia humana, esto es, «el ser humano es aire» y «el aire es ser humano». Y lo mismo sucede con la tierra, el agua y el fuego, es decir, con los elementos básicos que conforman la realidad natural. ¿Hay separación entre la existencia del ser humano y la existencia de la Tierra? Sin Tierra –sin el planeta Tierra y sin el elemento «tierra»–, ¿cómo podría existir el ser humano? Y sin la conciencia que se cristaliza a través de la existencia humana, ¿cómo podría la Tierra tomar conciencia de sí misma y reconocerse como Tierra? ¿Alguien ha visto alguna vez a un ser humano existiendo en medio del espacio sideral, flotando, sin relación con la Tierra? No. La existencia humana presupone la existencia de la Tierra, está total y absolutamente vinculada a la existencia de la Tierra –o de cualquier otro planeta habitable–. El ser humano es Tierra y la Tierra es ser humano.

La ecología nos ha hecho ver que los organismos vivos son inseparables del nicho ecológico en el que se da su existencia. «Inseparables» quiere decir que «son» el nicho ecológico y que el nicho ecológico «es» los organismos que en él viven. El nicho ecológico y los organismos que viven en él son una sola y misma cosa. Para James Lovelock, Gaia, el planeta Tierra, es un ser vivo y no solo el entorno en el que sucede la vida. A través del paradigma ecológico, la conciencia global de Gaia como ser vivo se está despertando. No es el ser humano el que está tomando conciencia de la globalidad integral de Gaia, es Gaia quien está tomando conciencia de sí misma a través de una red compleja de interacciones, entre las cuales la existencia humana no es más que un eslabón entre muchos otros.

En nuestro orgullo antropocéntrico decimos: «Yo soy consciente. Los árboles, las piedras, los ríos, los animales y las plantas son inconscientes. Yo tengo conciencia, ellos no». De este error cognitivo, de esta percepción condicionada por la educación y la cultura humanas, se desprenden muchos sufrimientos, desequilibrios y situaciones desgraciadas, tanto para los seres humanos como para el resto de los seres vivos. En el budismo, la expresión «seres vivos» incluye todo lo existente, más allá de la diferenciación humana de «ser vivo‐ser no vivo». Desde el punto de vista de la enseñanza del Buda, la realidad entera es una sola y misma Conciencia No‐dos.

“No soy yo quien es consciente cuando aparece la Conciencia, sino que el universo entero se vuelve consciente de sí mismo.”


— Dokushô Villalba

Notas

[1]. «Shinjin Gakudô» es un capítulo del Shobogenzo, editado en español bajo el título El cuerpo real. Estudiar la Vía con el cuerpo y con la mente, publicado por Miraguano, en Madrid (2012), con traducción y notas de Dokushô Villalba. Los comentarios están extraídos de dicha edición. Del Shobogenzo, la obra mayor de Dogen, ha sido publicada una antología en Kairós (2015), con traducción anotada de Dokushô Villalba.

[2]. Isshin significa, en japonés, literalmente: «una conciencia», esto es, la conciencia de la unidad o conciencia universal. 

Anterior
Anterior

Mindfulness: Los 4 principios fundamentales para liderar con excelencia

Siguiente
Siguiente

Una sesión de psicoterapia zen con la escritora Laia Monserrat