Hacer descansos mientras trabajas es tan importante como el trabajo en sí
Como explica Dan Zigmond en este fragmento de su nuevo libro Un buda en la oficina, la importancia del descanso durante la jornada laboral es clave para que este pueda desarrollarse de manera efectiva. La mente necesita oxigenarse para rendir debidamente, y el hecho de trabajar en exceso o sin descanso, como veremos, acaba siendo perjudicial.
Acostumbramos a pensar que la mejor manera —quizás la única— de salir adelante en nuestro trabajo es trabajar cada vez más duro. Abundan las historias de personas que trabajan muchas horas, incluso asumiendo múltiples turnos o diversos trabajos, todo para seguir adelante.
Pero ¿y si la respuesta fuese trabajar menos?
Hace unos veinte años, los investigadores de la Universidad de Connecticut efectuaron un experimento en dos compañías de seguros, pidiendo a los empleados que se tomaran cuatro descansos cada hora: tres de solo 30 segundos y luego uno de 3 minutos completos. En otras palabras, se pidió a los participantes que hicieran una pausa cada 15 minutos para un descanso rápido y que hiciesen un descanso más importante cada hora; todo esto sumado a las pausas más largas (como las de la comida) ya incorporadas en sus horarios diarios.
¿Todas aquellas paradas extra ralentizaron las cosas? En absoluto, ¡los que se tomaban los descansos parecían trabajar más! Los investigadores lo llamaron «la evidencia empírica de la utilidad de los descansos breves y frecuentes».[1] Los empleados son más productivos cuando no siempre están trabajando.
Es fácil verse absorbido por el culto a los negocios. No nos sentimos productivos —no nos sentimos útiles— a menos que estemos haciendo algo, y preferiblemente más de una cosa. Queremos estar ocupados y nos sentimos bastante avergonzados si no parecemos ocupados. Incluso cuando no estamos inmersos en nuestro trabajo, tenemos que estar haciendo algo. Nos fijamos metas para nuestras rutinas de ejercicio y hobbies, e incluso para nuestra práctica meditativa. Cuando nuestros amigos nos preguntan cómo estamos, a menudo respondemos con orgullo: «¡Ocupados!».
Aunque las metas en sí mismas no son necesariamente malas, también hay una ventaja muy tangible en tomarse un descanso de vez en cuando. Ciertas modalidades de pensamiento no solo requieren un esfuerzo consciente, sino también periodos de «incubación» inconsciente.
Muchos descubrimientos históricos tuvieron lugar mientras célebres «pensadores» no estaban realmente pensando, e incluso los esfuerzos creativos parecen ser facilitados por periodos de descanso.[2] Dicho en términos más técnicos: «Los descubrimientos creativos son el resultado de un proceso en el que el pensamiento consciente inicial es seguido por un periodo durante el cual uno se abstiene de pensar conscientemente en la tarea».[3]
Tomarse descansos en el trabajo no es un signo de pereza, sino algo esencial. No se trata tan solo de que nuestra creatividad requiera tiempo para asumir forma. Nuestro cuerpo y nuestra mente simplemente no están hechos para trabajar sin cesar.
Necesitamos tiempo para recuperarnos, y no podemos hacerlo sin tomarnos descansos. Son muchos los estudios que demuestran que los descansos no reducen la productividad, sino que suelen incrementarla.[4] Un estudio efectuado con televendedores coreanos constató que aquellos que durante la jornada emprendían descansos satisfactorios y sociales conseguían mejores ventas.[5]
Otro estudio realizado con trabajadores en una cadena de montaje de una fábrica europea reveló que «los descansos breves y frecuentes» mejoraban los niveles de atención a lo largo de la jornada, ¡y ya hemos hablado de la importancia de prestar atención![6] Incluso se derivan beneficios del más notorio desperdicio de tiempo en la oficina: navegar por internet. Contrariamente a la creencia popular, un estudio reciente ha puesto de relieve que lo que los investigadores llaman eufemísticamente «navegación de ocio en internet en el entorno laboral» es, en realidad, «una interrupción discreta que permite restaurar el estado de salud mental y fomenta sentimientos de autonomía».[7] Así pues, adelante y comprobemos el Facebook.
Aunque eso nos parezca obvio, trabajar en otra cosa no cuenta como descanso. La investigación demuestra que las pausas son solo eficaces si realmente dejamos de trabajar. (¿Quién lo hubiese pensado?).
Como señala una revisión científica: «Los empleados que se dedican a actividades laborales, como la preparación de materiales de trabajo para su próxima reunión, durante los descansos posteriores experimentan más emociones negativas».[8] Si estamos rellenando un formulario de gastos o una tarjeta de registro horario, barriendo el suelo o enjuagando unos platos, no nos estamos tomando un descanso. Esto es solo un cambio de actividad, y no es malo, pero no debemos olvidar que «es precisamente [la] ausencia de demandas relacionadas con el trabajo la que permite que tenga lugar el proceso de recuperación laboral».
La clave para una pausa provechosa es el auténtico desapego. Tal vez por esta razón, el uso del smartphone durante los descansos parece ser contraproducente.
Una encuesta efectuada a 450 empleados de oficina constató que los que se ponían al teléfono en sus descansos reportaban más «agotamiento emocional y no mostraban los beneficios habituales de la recuperación cuando regresaban a su trabajo».[9] ¿Por qué los teléfonos inteligentes son malos si la navegación web es buena? Quizás se deba a lo que sustituyen estas actividades. Cuando estamos sentados en nuestro escritorio, un poco de internet recreativo es un bienvenido descanso de las tareas relacionadas con el trabajo. Pero, cuando queremos tomarnos realmente un descanso, nuestro teléfono puede absorbernos en los mensajes y los correos electrónicos pendientes.
Además de proporcionarnos tiempo para descansar, también es importante disponer de tiempo para pensar. Cuando trabajaba como ingeniero de software, tenía un jefe que se enfadaba si nos veía sentados en nuestro escritorio sin escribir. Intenté explicarle en cierta ocasión que también necesitábamos tiempo para pensar, resolver problemas difíciles de codificación o diseñar el software. «Hazlo en tu coche de camino a casa —contestó— sin interferir en el trabajo». Este es obviamente un consejo terrible. En aquella época, tenía otro jefe que pasaba una semana entera cada año fuera de la oficina, sin dedicarse a otra cosa nada más que a pensar. No resulta difícil adivinar cuál de ellos tuvo más éxito.
Si nuestro trabajo no ha sido automatizado, la razón más probable es que exija un auténtico proceso de pensamiento. Confíe en mí el lector y dedique todos los días un tiempo a pensar.
Por supuesto, no solo necesitamos descansos durante la jornada laboral, también tenemos que descansar después del trabajo. Las razones para ello son muchas, incluyendo que hay más cosas en la vida que nuestro trabajo, ¡o debería haberlas! Pero incluso desde la estrecha perspectiva del rendimiento laboral, las horas interminables en la oficina pueden llegar a ser contraproducentes. Un estudio a largo plazo efectuado en Gran Bretaña constataba que «las horas prolongadas de trabajo tienen un efecto negativo en el rendimiento cognitivo».[10] Las mujeres y hombres que trabajaban más de 55 horas semanales obtuvieron puntuaciones más bajas en una prueba de razonamiento cognitivo que quienes trabajaban 40 horas a la semana. Además, «las largas horas de trabajo predecían un descenso en el rendimiento de la prueba de razonamiento en un periodo de seguimiento de cinco años», lo que sugiere que los que trabajaban más también sufrían un mayor deterioro a lo largo del tiempo.
Por supuesto, trabajar menos deliberadamente contradice la esencia de muchas culturas empresariales. Los investigadores que analizaron una gran empresa consultora global descubrieron que los trabajadores percibidos como empleados que trabajaban largas horas eran etiquetados como más exitosos y tenían más probabilidades de verse recompensados y promovidos, aunque solo fingiesen abrazar la cultura de trabajo desmedido de su empresa.[11] Los directivos parecían incapaces de distinguir entre los que realmente trabajaban muchas horas y los que no, mientras los trabajadores no revelasen explícitamente que trabajaban menos. Si no armamos un gran escándalo por nuestros descansos o nuestra hora de salida, tal vez nuestro jefe ni siquiera se percate de ello.
En cierta ocasión, conocí a un jefe que tenía la regla de no decir nunca que estaba «ocupado» porque no quería que su personal pensara que el objetivo era la actividad. Si también somos jefes, intentemos dar ejemplo tomándonos descansos reales, tanto durante la jornada como después del trabajo. Por mi parte, trato de no enviar mensajes a nadie una vez concluida la jornada laboral, incluso si me encuentro trabajando, para que los empleados y colegas sepan que es correcto desconectar. Démonos permiso para hacer esto también. Un jefe desinformado puede molestarse si no respondemos a todas horas, pero a la larga nuestro trabajo mejorará si disponemos de suficiente tiempo para descansar.
Thich Nhat Hanh, gran maestro vietnamita del Zen, ilustra el poder de no trabajar con la metáfora de un vaso de agua enfangada.[12] No importa cuánto lo agitemos, porque nunca se aclarará. De hecho, cuanto más lo movamos, más turbio se volverá, puesto que el movimiento solo conseguirá remover el barro. Pero, si dejamos el vaso en paz y no hacemos nada en absoluto, el barro se asentará poco a poco en el fondo y el agua se aclarará. La claridad procede de la quietud; o como escribe el futurólogo e historiador Alex Pang: «El descanso no es ociosidad, sino la clave para una vida mejor».[13]
Notas bibliográficas:
Robert A. Henning, Pierre Jacques, George V. Kissel, Anne B. Sullivan y Sabina M. Alteras-Webb, «Frequent Short Rest Breaks from Computer Work: Effects on Productivity and Well-Being at Two Field Sites», Ergo- nomics 40, n.o 1 (1997), págs. 78-91.
Paul MacCartney afirma haber escrito en un sueño la melodía de «Yesterday»
Simone M. Ritter y Ap Dijksterhuis, «Creativity–The Unconscious Foun- dations of the Incubation Period», Frontiers in Human Neuroscience 8 (2014), pág. 215. doi: 10.3389/fnhum.2014.00215.
Charlotte Fritz, Allison M. Ellis, Caitlin A. Demsky, Bing C. Lin y Frankie Guros, «Embracing work breaks: Recovering from Work Stress», Orga- nizational Dynamics 42 (2013), págs. 274-280.
Sooyeol Kim, Youngah Park y Lucille Headrick, «Employees’ Micro-Break Activities and Job Performance: An Examination of Telemarketing Employees», Academy of Management Annual Meeting Proceedings 1 (2015), págs. 13.943-13.943. doi: 10.5465/AMBPP.2015.169.
Pavle Mijovic, Vanja Ković, Ivan Mačužić, Petar Todorović, Branislav Jeremić, Miloš Milovanović e Ivan Gligorijević, «Do Micro-Breaks Increase the Attention Level of an Assembly Worker? An ERP Study», Procedia Manufacturing 3 (2015), págs. 5074-5080.
Brent L.S. Coker, «Freedom to Surf: The Positive Effects of Workplace Internet Leisure Browsing», New Technology, Work and Employment 26, número 3 (2011), págs. 238-247. doi: 10.1111/j.1468-005X.2011.00272.
Fritz, et al., «Embracing Work Breaks».
Hongjai Rhee y Sudong Kim, «Effects of Breaks on Regaining Vitality at Work: An Empirical Comparison of ‘Conventional’ and ‘Smart Phone’ Breaks», Computers in Human Behavior 57 (2016): págs. 160-167. doi: 10.1016/j.chb.2015.11.056.
Marianna Virtanen, Archana Singh-Manoux, Jane E. Ferrie, David Gimeno, Michael G. Marmot, Marko Elovainio, Markus Jokela, Jussi Vahtera y Mika Kivimäki, «Long Working Hours and Cognitive Function: The Whitehall II Study», American Journal of Epidemiology 169, número 5 (1 de marzo de 2009), págs. 596-605. https://doi.org/10.1093/aje/ kwn382.
Erin Reid. «Embracing, Passing, Revealing, and the Ideal Worker Image: How People Navigate Expected and Experienced Professional Identities», Organization Science 26, n.o 4 (2015), págs. 997-1017. doi:10.1287/ ORSC.2015.0975.
Thich Nhat Hanh, Begin Peace (Parallax Press: Berkeley, CA, 1987), pág.47.
Alex Soojung-Kim Pang, «How Resting More Can Boost Your Productivity», Greater Good Magazine (11 de mayo de 2017).