El aspecto espiritual de los deportes

¿Puede considerarse el deporte una práctica espiritual? En su libro Caminos para ir más allá, Rupert Sheldrake muestra que el deporte cumple con todos los requisitos para ser considerado, desde cierta perspectiva, como una práctica de trascendencia. Si bien en el libro el autor y científico profundiza en múltiples aspectos evolutivos y antropológicos, en este fragmento compartimos la introducción del capítulo con el que abre su acertada relfexión.

La mayoría de la gente no piensa en los deportes como prácticas espirituales; los deportes parecen supremamente laicos. Sin embargo, en las sociedades laicas modernas, los deportes pueden ser uno de los modos más comunes a través de los cuales la gente experimenta la autotrascendencia que puede vivirse al estar en el presente. Un meditador puede hallar que su mente vagabundea y solo ocasionalmente regresar a una sensación total de presencia, pero un futbolista en un partido importante está totalmente en el presente, o se queda fuera de juego. Alguien que está esquiando colina abajo a 100 kilómetros por hora ha de estar completamente concentrado, como lo está un surfista sobre una ola gigante, o un alpinista en una pared rocosa sin cuerdas, o un cazador acechando a un ciervo, cuando el menor ruido o el movimiento más ligero puede provocar que la presa huya.

Sorprendentemente, la palabra deporte/sport deriva de forma indirecta de la raíz latina portare, que significa llevar, como en las palabras inglesas export (llevar fuera), deport (llevarse a otro lugar) y disport (entretenerse) –que llegó a significar divertirse, disfrutar, o jugar–. El término inglés sport viene de disport.

El inglés play viene del inglés antiguo plega, retozar, juguetear. [1] Los significados principales en inglés son ejercitarse, actuar o moverse enérgicamente. Play significa también involucrarse en un juego, apostar fuerte en un juego de azar, participar en un deporte, tocar un instrumento musical, o actuar en un escenario, como en una obra de teatro. No solo los seres humanos y los animales no humanos juegan, también las llamas de fuego y las fuentes juegan, metafóricamente, a través de su libertad y su espontaneidad, como lo hace la luz que se mueve en el «juego de luces y sombras».[2]

La palabra del inglés medieval gamen, relacionada con el alto alemán antiguo gaman, algarabía, alegría, significaba un juego o un deporte, y llegó a significar jugar, en el sentido de juego de azar. Game significa también animales salvajes a los que se caza por deporte, como en el game pie, «pastel de caza», elaborado con carne de caza.

Todas estas palabras tienen un amplio espectro de significados, pero lo que tienen en común es el hallarse lejos de los negocios habituales de la vida. El filósofo David Papineau, él mismo un gran deportista, ha reflexionado sobre los deportes más que la mayoría, y ha sintetizado sus conclusiones con admirable claridad: el valor del logro deportivo se halla en «el goce de la habilidad puramente física».[3]

Los seres humanos perfeccionan sus habilidades físicas y disfrutan ejercitándolas. Esta definición explica por qué muchos deportes no son juegos, como esquiar o el tiro al faisán, aunque algunas habilidades deportivas existen solo en juegos, como el golpe de revés en el tenis. Otros deportes se basan en habilidades que ya se dan en la vida diaria, como correr, saltar, remar, disparar, levantar o lanzar.

Papineau concluye: «Estas actividades ordinarias se convierten en deportes en cuanto la gente comienza a realizarlas por sí mismas, y se esfuerzan por lograr la excelencia en su ejercicio».[4] Un amplio abanico de otras actividades físicas que no forman parte de la vida cotidiana pueden convertirse también en deportes, como el surf con vela y el paracaidismo.

¿Y qué pasa con el papel de la competición? Algunos deportes, especialmente los deportes con espectadores, son competiciones, como la lucha libre y el críquet. Papineau señala que la competición desempeña una parte importante en el deporte, porque hace posible medirse con otros: «Ejercitar una habilidad es querer hacer algo bien; de hecho, tan bien como sea posible».[5] Pero algunos deportes no son directamente competitivos. Los alpinistas pueden buscar escalar una cumbre muy difícil, pero su logro no se halla fundamentalmente en competición con otros, sino que más bien constituye un reto para ellos mismos.

En el primer capítulo de Caminos para ir más alla, Rupert Sheldrake examina primero el contexto evolutivo y antropológico de los deportes modernos. Aunque los deportes no se emprenden normalmente como ejercicios espirituales, pueden tener un amplio espectro de efectos espirituales que autor analizará. Estos efectos incluyen el estar intensamente presente, y sentirse parte de algo más grande que uno mismo.

Notas:

  1. Partridge, 1961, pág. 503.

  2. Oxford Shorter English Dictionary, 1975, pág. 1604. 10.

  3. Papineau, 2017, pág. 235.

  4. Ibid., pág. 236.12.

  5. Ibid., pág. 237.

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