Un acercamiento a los estados de ánimo

De difícil definición pero tan comunes como inevitables, los estados de ánimo determinan en gran medida cómo nos sentimos en cada momento. En este fragmento deLos estados de ánimo, el médico y psiquiatra Christophe André inicia su investigación para esclarecer su complejidad.

La idea del estado de ánimo no pertenece al campo de la psicología científica, sino que más bien hunde sus raíces en la poesía y el sentido común. Pero no obstante es una realidad psicológica: todo el mundo sabe de lo que se trata. Como psiquiatra creo que se trata de un concepto operativo y útil para mi trabajo, tanto si es poético como impreciso. ¿No es a veces mi trabajo de psiquiatra, justamente, poético e impreciso? Si pensamos en ello, los estados de ánimo no nos remiten a una realidad imprecisa, sino a una realidad compleja.

Podríamos definir los estados de ánimo diciendo que son contenidos mentales, conscientes o inconscientes, que mezclan estados corporales, emociones sutiles y pensamientos automáticos, y que influyen en la mayoría de nuestras actitudes.

En general les prestamos escasa atención, y tampoco les consagramos esfuerzos para intentar comprenderlos, integrarlos en nuestra reflexión, o pedirles que se pongan a nuestro servicio. Por fortuna, lo hacen por sí mismos, solitos: su papel y su influencia sobre lo que somos y hacemos son inmensos.

Piense en cómo le influyen sus estados de depresión, piense en sus rabietas, tanto las expresadas como las ocultas, pero tan a menudo desproporcionadas respecto a los sucesos inmediatos: ¿no provienen muchas veces de la cavilación de los estados de ánimo de resentimiento, rencor, humillación o simplemente de decepción e inquietud? Estados de ánimo rumiados desde hace un rato, y por tanto mucho más potentes de lo que pudiéramos haber imaginado. Piense también –los estados de ánimos ¡son un auténtico tormento!– en la fuerza que pueden proporcionarle sus entusiasmos y sus acelerones, en la ligereza del cuerpo los días felices, en el impulso que da el buen humor.

Nuestros estados de ánimo son sobre todo pensamientos o emociones: son su mezcla. Ninguna emoción carece de pensamiento, ningún pensamiento carece de recuerdo, ningún recuerdo existe sin emoción, etcétera. Los estados de ánimo son la expresión de esta gran mezcla indisociable de todo lo que pasa en nosotros y a nuestro alrededor: mezcla de emociones y pensamientos, de cuerpo y espíritu, fuera y dentro, de presente y pasado.

Esta mezcla es desde luego tan rica como complicada: impura, única, inestable, siempre reanudándose, nunca exactamente la misma. Como las olas del mar.

Los estados de ánimo no son únicamente un amontonamiento de ideas, emociones o sensaciones, sino también una construcción original. Son la fusión, la síntesis que efectuamos de manera automática, entre lo interior (estado corporal y visión del mundo) y lo exterior (reactividad a lo que nos llega: los acontecimientos nos afectan). Los estados de ánimo son un fenómeno psíquico agregador, de los que conectan pasado, presente y futuro en un sentimiento de coherencia y destino. Son como el líquido de un baño conductor de electricidad: gracias a ellos, todo se enciende e ilumina, sintiendo iluminación o amenaza, nuestros sufrimientos se calman poco a poco o redoblan furiosamente su intensidad.

«Me doy cuenta de que, sin quererlo, me puse a pensar en mi vida. Nunca me había dado cuenta, pero así es. Creía que no hacía más que ver y escuchar, que no era más que eso, durante todo este recorrido ocioso, sólo un reflector de imágenes recibidas, una pantalla en blanco en la que la realidad proyectaba colores y luces en lugar de sombras. Pero resulta que era bastante más, sin saberlo. También era el alma que se hurta y se niega, y la propia acción de observar.»[1] En este breve pasaje de su magnífico El libro del desasosiego, Fernando Pessoa nos muestra cómo los estados de ánimo existen continuamente, sin requerir una intervención voluntaria de nuestra parte. Tenemos una consciencia más o menos clara y, en todo caso, siempre podemos acceder a ellos a través de nuestros esfuerzos de introspección. De ahí su importancia en la idea de “vida interior”, que sería como un eco de una “vida exterior” (aunque las cosas sean, desde luego, algo más complicadas y entreveradas). Nuestros estados de ánimo se invitan a sí mismos a todas nuestras actividades. Al rellenar una instancia administrativa creemos que no hacemos más que rellenarla. Pero no, también existen estados de ánimo más o menos flotantes que sin duda están a punto de cobrar vida: la irritación de tener que perder el tiempo con el papeleo, la inquietud de no equivocarse, el deseo de estar en otra parte, incluso algunos recuerdos de la infancia sobre hacer pesados deberes escolares en la mesa... Al igual que una meteorología psíquica, nuestros estados de ánimo son un clima mental, hermoso o sombrío, a veces estable durante unos cuantos días, y a veces sufriendo cambios varias veces en un solo día...

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Notas

  1. Pessoa, F. Le Livre de l’intranquillité. París: Christian Bourgois, 1988, pág. 55.

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