Jon Kabat-Zinn: "Escuchar" desde el mindfulness

Jon Kabat-Zinn describe una evocadora escena lluviosa y nos invita, en este fragmento de su libro Mindfulness para todos, a desprendernos del “yo” que escucha y a disipar los pensamientos que prosiguen a la experiencia. «En la escucha, uno se libera momentáneamente del «yo» que escucha y de lo que se escucha, del conocedor y de lo conocido. Nada se pierde. Un instante de conocimiento, de mente original, vacía y espaciosa».

La lluvia repiquetea sobre el tejado en la oscuridad de esta madrugada de mediados de noviembre. Su sonido lo impregna todo. ¿Puedo escucharla, aunque solo sea un instante, más allá de las ideas que tengo sobre la lluvia? ¿Puedo «registrar» estos sonidos tal como son, más allá de todo concepto, incluido el concepto de sonido? No es necesario, para ello, hacer nada en absoluto. Lo único que, de hecho, debo hacer para oír de verdad es desaparecer. Mi «yo» está de más porque, para escuchar, no es necesario «yo» alguno que busque o escuche los sonidos. De ahí es, precisamente, de donde emergen todos los pensamientos, desde las expectativas hasta las ideas sobre la experiencia.

Estoy experimentando. ¿Puedo dejar que llegue el sonido y se encuentre con la «conciencia auditiva» que instante tras instante emerge en la experiencia desnuda de la escucha? ¿Puedo quitarme de en medio y escuchar simplemente, dejando que los sonidos lleguen a mi oído y permanezcan en él, suspendidos en el aire, en el instante, sin realizar esfuerzo alguno y sin adorno de ningún tipo? ¿Puedo limitarme a escuchar todo lo que se presente, porque los sonidos están continuamente golpeando la puerta de mi audición? Escuchar sin más en el silencio de la atención abierta. Goteo, goteo, goteo, borboteo, borboteo, borboteo, remolino, remolino, remolino... El aire siempre está preñado de sonidos. Nuestro cuerpo siempre está bañado en sonidos. En el silencio completo, el sonido puro impregna la habitación y solo se escucha el repiqueteo de la lluvia en el tejado que el viento agita a veces como cortinas que salpican de gotitas los cristales de las ventanas.

En lo más profundo de este instante se asienta el conocimiento de que estoy sentado aquí y de que está lloviendo, pero, más allá de los pensamientos que la ocultan, yace la experiencia del sonido puro «anterior al pensamiento», la experiencia de simplemente escuchar, sin separación alguna entre quien escucha y lo que se escucha.

Ahí solo hay escucha, escucha, escucha... y, en esa escucha, el conocimiento del sonido, más allá de palabras como «lluvia» y de conceptos como «yo» y «escucha». El conocimiento descansa en la escucha, porque ahora solo hay uno.

La lluvia de esta mañana es tan fuerte, tan intensa y tan absorbente que la atención se mantiene sin necesidad de hacer esfuerzo alguno. En este momento, la experiencia del sonido supera a la mente conceptual, algo que casi nunca suele ocurrir. Es demasiado sencillo perderse en el pensamiento, distraerse, alejarse del oído y dejar de escuchar la lluvia, por más intensa que esta sea y por más que el cuerpo y los oídos sigan todavía, en el fondo, tan inmersos en el sonido como lo estaban tan solo un instante antes, cuando «esto» era lo único que había...

El reto fundamental al que se enfrenta el mindfulness consiste en detenerse en la conciencia de lo que se escucha, escuchando tan solo lo que se halla presente un instante después de otro y otro, sonidos que aparecen y desaparecen, silencio dentro y por debajo de los sonidos, sin interpretar la experiencia momentánea como agradable, desagradable o neutra, más allá de todo elemento identificador, más allá de todo juicio y más allá de todo pensamiento, solo estar sentado escuchando, respirando, conociendo...

En la escucha, uno se libera momentáneamente del «yo» que escucha y de lo que se escucha, del conocedor y de lo conocido. Nada se pierde. Un instante de conocimiento, de mente original, vacía y espaciosa. Durante un breve instante, hemos conectado con nuestros sentidos. ¿Podemos permanecer ahí durante un tiempo? ¿Podemos morar ahí? ¿Perderíamos algo acaso? ¿Qué podríamos ganar? ¿Recuperaríamos algo? ¿Es que existe algún instante en el que no se hallen presentes los sonidos y el espacio que los separa? ¿Cuándo no está presente la visión? ¿Estamos acaso nosotros presentes? ¿Podemos estar aquí con ello? ¿Podemos ser el conocimiento, descansar en el conocimiento y actuar desde el conocimiento, completamente presentes con lo que ya es? ¿Cuál es el tono emocional de ese momento?

La respuesta no consiste en tratar de conseguirlo. No tenemos que tratar de oír. Pero la mente es tortuosa. ¿Podemos conocerlo? ¿Podemos acaso conocerlo?

*

Aun en Kioto

–escuchando el canto del cuclillo–

tengo nostalgia de Kioto.

Basho

*

Permanece aquí como persona,

permanece de pie junto al río e invoca

a los búhos. Invoca al invierno y luego a la primavera

y deja que se presente cualquier estación y hable con su propia voz, y cuando el sonido se desvanezca, espera.

Una lenta burbuja se eleva sobre la tierra

y empieza a abarcarlo todo: el cielo, las estrellas y el espacio, hasta el rápido y expansivo pensamiento.

Vuelve y escucha de nuevo el sonido.

Súbitamente tu sueño coincide con el sueño

de todos los demás y el resultado es el mundo.

Si escuchases una llamada diferente, ya no sería la llamada del mundo, de ti, del río o del búho.

Es importante el modo en que estás aquí, el modo en que escuchas las cosas que suceden, el modo en que respiras.

William Stafford, Ser una persona.

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