Mindfulness: Tres respiraciones con Jan Chozen Bays

Respirar es una actividad fundamental para mantenernos vivos, pero al realizarlo sin tener que pensar en ello solemos olvidar la importancia que tiene cuando necesitamos calmarnos o resituar la atención en el momento presente. Como práctica de meditación, el mindfulness se centra en la respiración, y Jan Chozen Bays escribe en su libro Mindfulness sobre la marcha un breve, fácil y eficaz ejercicio que consiste en concentrarse en hacer tan solo tres respiraciones.

Aquí puedes leer las reflexiones de la maestra zen junto con la propuesta del ejercicio.

Un ejercicio mindfulness sobre la respiración, por Jan Chozen Bays

Tantas veces al día como sea posible, dale a la mente un breve descanso... Durante tres respiraciones pide a las voces interiores que se callen; es como apagar la radio o la televisión interior durante unos minutos. A continuación abre todos tus sentidos y sé consciente del color, el sonido, el tacto y el olfato.

Recordándote a ti mismo

Coloca notas en tu entorno con el número 3 en ellas. Podrías añadir un dibujo de una persona con un globo de pensamiento vacío sobre su cabeza. Puede ser útil configurar una alarma o un teléfono celular para que suene a intervalos irregulares a lo largo del día.

Descubrimientos

Cuando la gente empieza a meditar o a practicar oración contemplativa, experimenta cierto grado de alivio de la mente en constante agitación. Está contenta. Sin embargo, si su concentración profundiza, a menudo se decepcionan al descubrir que su mente es como un niño de dos años: hiperactiva, incapaz de quedarse quieta o en reposo en el momento presente durante unos escasos minutos. Está muy ocupada durante todo el día. Viaja al pasado, reviviendo sus placeres y dolores. Se precipita hacia el futuro, haciendo cientos de planes. Se escapa a las fantasías, creando mundos imaginarios para satisfacer todos sus deseos. Los meditadores nuevos también descubren sus voces interiores, que están narrando, comparando, criticando y racionalizando constantemente. En esta etapa, la gente confiesa que está pensando en dejar la meditación. ¡Su mente parece más ruidosa que nunca! Tan pronto como su mente se aleja de la práctica, les invade la autocrítica; en lugar de progresar, creen estar retrocediendo.

Es como si la mente estuviera dispuesta a seguir adelante con el juego de callarse solo durante un corto espacio de tiempo. Cuando se da cuenta de que nos tomamos muy en serio la idea de dejarla quieta, e incluso de existir durante períodos de tiempo sin su dirección constante, puede entrar en pánico y empezar a dar vueltas como una ardilla en una jaula. La mente entra en modo de autoprotección, tratando de identificar la fuente del problema, generando juicios de valor de los demás y críticas hacia sí misma. Cuando estos pensamientos y emociones negativas llenan la mente, pueden socavar y acabar destruyendo la práctica de mindfulness.

La práctica sencilla de las tres respiraciones puede ser un alivio. Puede interrumpir este tipo de espiral descendente y renovar nuestra práctica. Pedimos a la mente que descanse un poco, que se quede completamente quieta, solo tres respiraciones. Como no tenemos que contar tres respiraciones, podemos disfrutarlas.

Cuando las tres respiraciones hayan terminado, hay que permitir que la mente se relaje un poco, para luego volver a prestar toda nuestra atención a las tres respiraciones. A medida que la mente descanse más y más en el momento presente, se asentará naturalmente. Luego, sin esfuerzo, podremos estar presentes durante unas cuantas respiraciones más, y luego solo unas pocas más, hasta que podamos sentarnos en una consciencia relajada y abierta.

Lecciones más profundas

Nuestra mente no descansa ni siquiera de noche. Crea sueños y procesa el material no digerido de nuestros días. Toda esta actividad mental —todas estas opciones y posibilidades— resulta confusa e incluso agotadora. De la misma manera que el cuerpo necesita un descanso regular, también lo necesita la mente.

Descansar la mente en completa quietud, en pura presencia, es devolverla a su Naturaleza Original, a su estado natural. Esta tarea nos ayuda a romper el hábito del pensamiento compulsivo.

No necesitamos la mente para narrar todos los sucesos de nuestra vida. No necesitamos que la mente comente internamente sobre todo lo que nos sucede y sobre todos con los que nos encontramos. Esta narración, este comentario, nos separa de experimentar la vida tal cual es.

La mente tiene dos funciones: el pensamiento y la consciencia. Cuando somos bebés recién nacidos, no tenemos palabras en nuestra mente; vivimos en pura consciencia. Cuando aprendemos a hablar, las palabras comienzan a llenar nuestra mente y boca. Mi nieta de dos años charla todo el día, solo para practicar su nueva capacidad de hablar, y se deleita con las sonrisas y los elogios que recibe de los adultos que la rodean. Aprender a hablar es un paso de desarrollo necesario, pero también es el comienzo de una mente que siempre está hablando dentro de nuestras cabezas. Esta conversación interna requiere energía. La mente descansa de verdad solo cuando somos capaces de apagar su función de pensamiento y encender su función de consciencia. Normalmente esperamos para hacer esto hasta contar con por lo menos 30 minutos para meditar o centrarnos en la oración; sin embargo, también podemos repartir breves momentos de descanso mental a lo largo del día.

Cuando nuestra mente descansa, incluso durante un período tan corto como tres respiraciones, puede refrescarse y aclararse.

El Buda habló sobre la mente desenfrenada como un elefante salvaje. Su fuerza se disipa cuando corre sin control. Para aprovechar su poder, primero debemos atarlo a una estaca. Esto es lo que hacemos cuando atamos la mente a la respiración. Luego le enseñamos al elefante a quedarse quieto. Enseñamos a la mente a vaciarse y a estar lista, alerta pero relajada, atenta a lo que pudiera aparecer a continuación.

Cuando la mente cambia del modo productivo al receptivo, volvemos a la consciencia pura de la infancia. Somos capaces de volver a conectarnos a la Fuente Ilimitada. Después, la mente rejuvenecida pregunta: «¿Por qué no hacemos esto más a menudo?».

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