Un ejercicio mindfulness de Christophe André para contemplar la naturaleza

La naturaleza puede ser un lugar en el que evadirnos o realizar alguna actividad de ocio, pero Christophe André aboga por considerarla algo mucho más valioso: un espacio en el que practicar la Atención Plena para conectar con su belleza y complejidad. En su libro Meditar 3 minutos presenta esta práctica acompañada con diversos consejos.

«Ningún hombre imaginó nunca hasta qué punto el diálogo con la naturaleza próxima afectaría su salud o sus males.» —HENRY DAVID THOREAU

Es algo que se nos repite desde siempre. Ya desde Aristóteles y su sequi naturam («seguir la naturaleza»), sabemos lo indispensable que nos resulta ese vínculo.

Sería una lástima tomarse la naturaleza como un simple marco para nuestros momentos de relajación u ocio. Se merece algo infinitamente mejor: nuestro homenaje y atención más profunda. Se merece que le consagremos largos momentos de meditación, haciéndonos conscientes de su belleza y de su complejidad, dándole las gracias, comprendiendo nuestra inmensa suerte al formar parte de la misma y al saborear sus beneficios. Existen ocasiones ilimitadas a lo largo del año para meditar sobre y en la naturaleza.

Ejercicio

Podemos tumbarnos sencillamente en el suelo y contemplar la variedad de lo que se denomina, mediante pobres términos genéricos, «hierbas» o «insectos». Se descubre así la maravillosa riqueza, silenciosa e inadvertida de ese pequeño mundo. No pensar nada: tumbarse, observar, sumergirse en ese universo discreto, hirviendo de actividad...

Podemos dedicar cierto tiempo a escuchar los sonidos del anochecer: gritos de aves y de niños, parloteos a lo lejos, el transcurrir de momentos de paz y de silencio...

Podemos contemplar la noche y las estrellas, desde luego. Hacernos conscientes de que la pasmosa belleza del cielo nocturno se nos aparece porque se ha extinguido la luz del sol.

Es un bello mensaje sobre el que meditar, durante toda nuestra existencia: sin la desaparición del sol, jamás veríamos las estrellas.

De la misma manera, lo que en nuestra vida a veces parece un retroceso, una pérdida o una desaparición, tal vez no sea más que un preludio del descubrimiento de alegrías más grandes que las que hubiéramos podido perder...

Finalmente, también se puede, y es mi ejercicio favorito, meditar cara al sol del amanecer, cara a lo que Homero denominara «la aurora con dedos de rosa». La vida moderna acostumbra a alejarnos del alba: sea porque nos levantamos demasiado tarde, sea porque nos levantamos demasiado pronto, pero siempre para ir al trabajo, nunca para contemplar. Los domingos y las vacaciones son una ocasión única para descubrir la salida del sol. Podemos levantarnos pronto: ¡siempre nos quedará la siesta! Entonces, en la calma del final de la noche, podremos contemplar la iluminación progresiva del cielo: sus tenues luces en levante mientras que poniente continúa sombrío, la llegada de la luz, la aparición de los primeros rayos y el calentamiento progresivo del mundo.

Christophe André.

Consejos

  • Numerosos trabajos científicos confirman que los contactos regulares con la naturaleza son fuente de salud: caminar por el bosque mejora nuestra inmunidad, la visión de espacios verdes acorta nuestras convalecencias.

  • Nos interesa contemplar la naturaleza. Contemplar, y no echarle un vistazo apresurado, como de paso. Detenernos, respirarla, hacerla entrar en nosotros, en todo el cuerpo; así es como nos cuida.

  • Contemplarla de manera regular, para sentirnos simplemente vivos, para aumentar nuestra consciencia ecológica, nuestra admiración, nuestro respeto por este mundo y para comprender que, sea lo que sea lo que nos haya sucedido anteriormente, lo que vaya a pasarnos en el futuro, es una gracia y una maravilla estar aquí, en este instante.

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